Rubén Darío por Juan Ramón Jiménez
8 de febrero de 1916
Peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
Rubén Darío
*
I
No hay que decirlo más. Todos lo saben
sin decirlo más ya.
¡Silencio!
-Es un crepúsculo
de ruinas, deshabitado, frío
(que parece inventado
por él, mientras temblaba),
con una negra puerta
de par en par.
Si. Se la ha entrado
a América su ruiseñor errante
en el corazón plácido. ¡Silencio!
Si. Se le ha entrado
a América en el pecho
su propio corazón. Ahora lo tiene,
parado en firme, para siempre,
en el definitivo
cariño de la muerte.
*
II
Lo que él, frenético, cantara,
está, cual todo el cielo,
en todas partes. Todo lo hizo
fronda bella su lira. Por doquiera
que entraba, verdecía
la maravilla eterna
de todas las edades.
*
III
La muerte, con su manto
inmenso, abierto todo
por tanta armonía reentrada,
nos lo quitó.
Está, ¡rey siempre!,
dentro, honrado el sepulcro,
coronado de toda la memoria.
*
IV
¡Ahora si, musas tristes
que va a cantar la muerte!
¡Ahora si que va a ser la primavera
humana en su divina flor! ¡Ahora
sí que sé dónde muere el ruiseñor!
¡No hay que decirlo más!
¡Silencio al mirto!
*
Boston,
12 de marzo
*
Juan Ramón Jiménez
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