viernes, 28 de octubre de 2011

Euskadi, ETA: recuerdos personales (y 10)


A los pocos años me fui de Euskadi. No porque tuviera nada contra los vascos. Conocí algunos. No muchos. No tengo nada contra los vascos. Ni contra los abertzales. Conocí algunos. No muchos. Por no tener animadversión, ni la tenía contra ETA. Eso si, su ideología no me gustaba. Sus métodos... bueno... sus métodos menos. Me marché por nostalgia. Los jardines de Irún llegaron a aparecerme como los prados de mi pueblo. Me hacía viejo. ¡La vida!

Repito, por nostalgia. Y no por su opción armada. Pues la Historia nos enseña que han cogido las armas todos: el PSOE, en el 36, defendió la República fusil en mano; y el Partido Comunista de España, igual; y los anarquistas idem de lienzo... ¿Y que podemos decir del PP?: sus mayores tomaron las armas para derribar la República. La lucha armada no la descarta nadie. Nadie. A mi no me engañan con esa cantinela de la no violencia.

No, no era por eso. Creía y creo, simplemente, que su lucha no es la mía. Nada mas. Y para mas inri la deriva criminal posterior: se ha ganado, a pulso, el odio de buena parte del pueblo español. Eso de socializar el dolor, ¡no! ¡Machácate tu los huevos! O si no sabes cómo conseguir tus objetivos, vete a casa hijo puta, pero no la pagues con los demás, que no tienen culpa de tus errores. 

Por otra parte, la mayor parte de las veces, a partir de lo de Hipercor, sus acciones solo servían a la mas negra reacción, al mas intolerante españolismo, reverdecían a la derecha mas extrema. Alentaban al PP.

No era ya aquella ETA de la que decía Bergamín que obedecía a su pueblo, como el pájaro obedece al viento. Se había creído dueña del firmamento y volaba por donde le daba la gana.

De modo que por eso, porque sus atentados le servían de alimento a la reacción, ahora que ETA ha declarado el cese definitivo de sus actividades armadas, esos sectores reaccionarios, derechistas, fascistas, nazis... no hacen mas que ladrar. No le gusta nada su decisión.

El colofón de su degradación moral fue, todos lo sentimos arrugados los corazones, el asesinato de Miguel Angel Blanco. Yo estaba en Almería. De vacaciones. Hasta allí llegó ETA

Viendo las manifestaciones para salvar la vida de ese joven me emocionaba recordando un 27 de septiembre de 1975 que, con el alma en vilo, esperábamos el perdón del Estado Franquista para esos luchadores por la libertad y contra el fascismo. No llegó el perdón del franquismo. ni el de ETA. Los 5 del 75 fueron asesinados y Miguel Angel Blanco también.
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Ese verano de 1997. En Almería. Viendo las manis de repulsa a ETA y oyendo los gritos de ¡Libertad! ¡Libertad!, pensé que allí no estaba todo el pueblo vasco. Faltaba una parte. Una parte que no tenía el valor moral de salir a la calle para  gritar por dos cosas: contra el asesinato que repudiaban y por sus reivindicaciones nacionales. 

No tenían valor, porque la organización que habían adorado -esa ETA, que en versos de Bergamín, obedecía a su pueblo como el ave al viento- estaba cometiendo un crimen. Y se quedó en casa. Si hubiera estado el pueblo vasco en conjunto se hubiera gritado ¡Libertad! y ¡Askatasuna! indistintamente. 

Empero solo se oía ¡Libertad!. Y no es lo mismo Libertad que Askatasuna. Aunque pueda parecerlo. Significan cosas distintas. Y ese problema está aun por resolver. Aunque ETA haya dejado las armas. 

Y si no... el tiempo nos lo dirá.

FIN

Euskadi, ETA: recuerdos personales (9)


Tres recordatorios y... 'pa' casa:

1. Irún. Reunión de partidos. En los bajos de una institución bancaria. Se discuten varios asuntos. Le pregunto a una amiga que estaba al lado:

-Oye, ¿que hace ese aquí? ¿no es un ladrón? ¿no ha estado en la cárcel?

-Pero... no lo sabes. Dicen que es de ETA. Y que como es muy simpático se infiltró entre círculos policiales e involucró a dos o tres guardias civiles a robar en una peletería. Al parecer no era mas que para obtener información.

-¡Ah!

Se me quedó cara de tonto.

2. Donostia. Fui a Radio Euskadi. A pedirle un poema a Felipe Juaristi. Este poeta, al que conocí en Azcoitia, trabajaba entonces en esa radio. Esperé un ratillo. La secretaria me mira. Me pregunta que si quiero que vuelva a llamar a Felipe. En ese momento sale de su despacho y me comunica, todo compungido, que acaban de matar a Yoyes. Yo, la verdad, ahora puedo decirlo, no sabía quien era Yoyes. Ni que importancia pudiera tener su muerte. 

Era un ignorante políticamente hablando. No leía un solo periódico fuera del de mi partido. Era un sectario en el mas estricto sentido de la palabra. Solo leía lo que querían que me dijeran. Pero él, Felipe Juaristi, si leía. Era periodista. Hecho en Madrid. Él si conocía la actualidad. Estaba al tanto de los acontecimientos. Y era euskaldun. De modo que sabía de la tremenda ruptura que ese hecho suponía entre las filas abertzales. Y dentro del mismo pueblo vasco. Supongo que hasta su propia familia sería conmovida por la noticia. Su hermano, creo acordarme, era de EE. Luego, muy probablemente, militaría en ETA. No lo sé. Me lo supongo. 

Hablé con él un rato. En Azcoitia llegamos a ser amigos. No he cultivado esa amistad. Como todos los tímidos soy muy orgulloso y si a mi no me llaman yo tampoco lo hago. 

Aparte de estas desnudeces desvergonzadas, lo cierto es que, a mi, la muerte de Yoyes me dejó frío. Lo que yo quería, al ir a Radio Euskadi, era conseguir ese poema de Juaristi y otro de Pello Martín Zabaleta que también trabajaba allí. Y todo para hacer una antología poética de homenaje a las víctimas del franquismo. Me lo había encomendado el Partido. Mi Partido. Y eso... era sagrado. Las demás víctimas me daban igual. Por tanto: un sectario. Lo reconozco. 

3. Donostia. Subterráneo de Atocha. Pocos días después del atentado de ETA de Hipercor. Vendiendo 'Vanguardia Obrera' 'Organo del Comité Central del partido Comunista de España (maxista-leninista)'. Así lo vendía. A voz en grito. Nos poníamos allí con una mesa, Todos los sábados. Ese sábado gritaba, no se me olvida: 

-¡Atentado parafascista de ETA! -ese era el títular de portada.

Nosotros éramos, como partido, un poco sectarios. Aunque teníamos una virtud: no nos achantábamos ante nadie. Fuera el que fuese. Muchas veces militantes de CCOO o de UGT nos decían al pasar:

-No, no quiero 'Vanguardia Obrera', muchas gracias. ¿Para qué comprártelo, si siempre nos ponéis a parir?

Y, claro, gritando eso de '¡Atentado parafascista de ETA en Hipercor!', ni los abertzales se acercaban. Pero era la pura verdad.

seguirá >>>

Euskadi, ETA: recuerdos personales (8)


Y en Irún también estaba ETA. Su actuación. Recuerdo que poco tiempo llevaba en Irún cuando la prensa recogió el asesinato a tiros de tres personas. En un solo atentado. En Azcoitia. Le llamé a un amigo de allí. Ahora no recuerdo si a Meño o a Marín (a los que no he vuelto ver) Eran obreros. Militantes de Movimiento Comunista (MC) Hijos de extremeños. Pero integrados. Y hablando o entendiendo el euskera perfectamente. El que fuera de los dos me informó de quienes eran los difuntos. Y me recordó el paseillo que hacía la gente de Azcoitia cuando paseaban por la Calle Mayor

A ver, me explico: el paseillo es apartarse al paso de alguien; bueno, pues yo observé, una vez, paseando por la Calle Mayor, ese movimiento de la gente; extraño para mi; si lo hacían a tres personas; tres hombres; y le pregunté a los que me acompañaban en el paseo la causa; creo recordar que dijeron que esos tres individuos eran poco queridos; que tenían una ideología de la extrema derecha; chivatos de la Guardia Civil; que por su causa, por su culpa, muchos habían sido detenidos y torturados. 

El que me informó por teléfono dijo que, a esos, eran a los que habían matado. Por mas que me esforcé en recordar no vinieron a mi sus caras. Nunca los había tratado. Pero me afectó:

-¡Joder! Tres muertos de un golpe. Era demasiado.
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Otro caso, este hasta gracioso, fue lo que se comentaba, por Irún, del hijo del gobernador civil de Guipuzcoa, José Ramón Goñi Tirapu. Este miembro destacado del PSE (PSOE), en su tiempo, había vivido en Irún. Allí se casó (o eso creo) Allí fue concejal. Allí tuvo un hijo. Luego, según se comentaba, se separó de la mujer. Pero los fines de semana se llevaba a su hijo con él. 

Se decía del hijo que era miembro de Jarrai (juventudes de ETA) y que el padre lo llevaba a Intxaurrondo, sin saber nada de la ideología de su hijo, al cuartel de la Benemérita. Y allí, padre e hijo, se adiestraban en el manejo de armas. El gobernador, de autodefensa. Por si acaso. El hijo, por si acaso, para ETA. Y el progenitor sin enterarse de lo que era su hijo... Al menos de puertas afuera. Se contaba todo ello riéndose. 

No sé que de cierto habría en esas habladurías. Pero que, en una redada de la policía, el hijo del Señor Gobernador Civil, huyó a Francia porque militaba en ETA, eso no hay quien lo niegue. Recuerdo que, estando yo ya fuera de Euskadi, en la televisión (no sé en cual) una periodista -me suena Nieves Herrero- entrevistó al señor Goñi Tirapu (no la vi, no tenía televisión) y le hizo esa pregunta: de si sabía algo de la militancia de su hijo. Diría que no. Posiblemente. Pero en Irún era del dominio público. Al menos entre los militantes de izquierda. 

seguirá>>>

Euskadi, ETA: recuerdos personales (7)


En Azcoitia se celebró una asamblea. Era un viernes. Al principio de la llamada Democracia. Quizás 1976. Se leyó una carta de Txomin Goñi Tirapu, enseñante que daba clases en la localidad, donde decía que había tenido que huir de la policía acusado de ser del FRAP. La asamblea se solidarizó con él y reivindicó la salida de la cárcel de tres vascos encarcelados: Apala. Larena y Chivite. Los dos primeros de ETA, y el otro del PCE (m-l) y FRAP. Eran vascos los tres. Se aprobó esa demanda para los tres. A  la mañana siguiente, sábado, empieza la manifestación. La pancarta de la cabecera reza: 'Apala, Larena, askatu'. Solo dos. Y se grita eso: '¡Apala, Larena, askatu!' o '¡Chivite askatu!', pero por separado. Entonces un hombre alto, fornido, de incipiente barriga, manos encallecidas, albañil, del PNV para mas señas, me dice:

-No, maisua (maestro en euskera), esto no es así. Ayer, en la asamblea, se aprobó la petición de libertad para los tres sin distinción. Los tres son vascos. ¿No, maisua?

Y con su vozarrón gritó:

-¡Apala, Larena, Chivite, askatu!

Y ya, hasta que acabó la mani, siempre se corearon estos tres nombres en una misma consigna. 

Me sorprendió este peneuvista.

El hecho indica lo poco abiertos, generosos, o 'abertzales', que fueron estos 'abertzlales' (valga la intencionada redundancia) azcoitiarras que organizaron el acto. Muy distintos a los que militaban por Ortuella o Gallarta. Lo digo, pues, por entonces, viajé a esa zona minera de Vizcaya. Y allí, en altas torretas o gruas, con el grave peligro que conlleva colocarlas, colgaban pancartas reclamando la libertad de los tres. Aunque creo que esas pancartas señalaban algo más: que esa parte de Euskadi es distinta a la otra. Euskadi no es solo una sino varias.
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En Cestona otro militante del PNV me sorprendió por algo muy distinto. También era albañil. No tan alto, fuerte y barrigón como el de Azcoitia. Hablábamos de la República y de la Guerra Civil de 1936/39 y me dijo que era rojo, republicano:

-¿O sea que usted es republicano, rojo, de izquierdas?... Como yo.

-Bueno, si, soy rojo. Como usted. Y republicano... pero de derechas, pues soy del PNV. 
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De Azcoitia pedí el traslado a Irún. Allí, a la vera del mar, los ojos se estrellaban menos con las montañas. Podían recrearse un poco mas en las distancias. Y es que, para uno acostumbrado a la llanura de Castilla, el hecho de salir a pasear en Cestona o Azcoitia, y extender la vista, teniendo un obstáculo insalvable, las montañas, no molaba. Es cierto que las laderas siempre verdes me atraían. El paisaje cubierto de bosques de pinos, de helechos y otras plantas, me maravillaba en un primer momento. Ese momento duraba uno pocos días. Luego me cansaba y deseaba de todo corazón que esas laderas desaparecieran de una vez. Los paseos eran un sufrimiento de laderas puestas ahí como paredes de una celda que te impiden ensanchar la vista. Para un castellano. 

En fin... algo parecido, pero al revés, le occurre a un vasco en Castilla... Se ahoga. Lo sé. Me lo han dicho ellos mismos.

seguirá>>>

jueves, 27 de octubre de 2011

Euskadi, ETA: recuerdos personales (6)


En Azcoitia estuvo de alcalde, Juan Ignacio de Uría Epelde.  Personaje que hizo sus estudios de bachillerato y universitarios de Derecho por libre. Amplió luego conocimientos en el extranjero. Su esposa era una farmacéutica, que tenía una farmacia en la Calle Mayor. Si mal no recuerdo. Presidente de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Preocupado especialmente, según leemos por ahí, por temas de la cultura vasca y de la cuestión regional. Pertenecía al grupo de alcaldes vascos llamado Vergara. Especializado en Derecho Foral. Dictó numerosas conferencias sobre temas de historia y cultura vasca. Senador por designación real. ¡Casi nada! Hombre vestido impecablemente. Bien parecido.  Tieso. Pañuelo al cuello, cual chulo de barrio. Político independiente... relativamente hablando. Este azcoitiarra, tan rabiosamente independiente, parece ser que aceptó la designación de alcalde animado por Fraga Iribarne. Algo le daría a cambio, digo yo. 

A lo que voy: una vez, en un pleno del consistorio, informaba de una reunión que habían tenido numerosos alcaldes. El PNV debió de tocar a rebato y sus seguidores (su influencia era mucha) acudieron a oir al señor Uría. La plaza se llenó. Escuchaba el gentío al señor alcalde. En esto que, al mando de un guardia civil pequeñito, medio rubio, de mirada atravesada, que estaba a la sazón destinado en Azcoitia, aparecen polis por todas partes sacudiendo leña a los vecinos y vecinas congregadas. La gente huye, corre, vuela, se desperdiga por donde puede... en un instante. La plaza está vacía. Pero los micrófonos siguen puestos para que se oiga al Alkate Jauna y el micro transmite las palabras del insigne senador por designación real y alcalde de su pueblo por obra y gracia del Fraga:

-¡Geldi, geldi! Ez mobitu! (¡Quietos, quietos, no os movais! creo que es la traducción al castellano) -transmiten los micrófonos.

Yo lo oía desde mi casa. Al lado del Ayuntamiento. Palabras claras, insignes, rotundas, firmes, de un lider a una plaza vacía, recomendando a la gente (él les recomienda) que no se muevan ante la carga policial. Los dirigentes de las Sociedades Basconcagas de Amigos del País tenían o tienen su propia consigna ideológica espiritual: 'Todo para el pueblo pero sin el pueblo'.
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Y siguiendo ese parecido proceder actuaban algunos empresarios (no sé cuantos) Un ejemplo: conocía, un servidor de ustedes, a un chico nacido en Palencia. En Guardo. En la zona minera. Llevaba ya muchos años en Azcoitia. Hablaba perfectamente el euskera. Estaba integrado. Un castellano totalmente integrado en la sociedad vasco hablante. Una mañana lo vi paseando por la calle a la hora del trabajo. Habían convocado huelga general en protesta por la muerte de un etarra. Nosotros, en la escuela, también hicimos huelga. Le pregunto:

-¿Estás de huelga?

-Según se mire.

-Eso no lo entiendo. Ahora me lo explicas. Pero antes, cuéntame, ¿no se ha resistido ninguno a hacerla?, ¿cómo ha salido la votación en la asamblea?

-¿Asamblea? ¿Votación? Nada de eso. Hemos llegado al curro. Y el patrón ha dicho: hoy no trabaja nadie. Hay que responder con claridad ante esta muerte. Todos a la calle. Y hemos salido sin rechistar. El jefe le tiene simpatía a ETA. Suponemos que le pagará el 'impuesto revolucionario' con gusto. Aquí hay muchos de esos. ¿Qué te creías? Y te digo 'según se mire' porque no ha contado con mi opinión. Y no es que yo esté en contra de responder a la represión franquista. No. 

Parecido a lema de las Sociedades Bascongadas: todo para mi pueblo, el pueblo vasco. Pero aquí hablo y mando yo.
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O la actuación de ETA en el llamado Proceso de Burgos. Así lo veo yo. El pueblo se rebeló contra ese proceso. Los obreros hicieron huelga. Todo Euskadi se paró. En Cestona también. Estando en la hora del recreo pasó una manifestación por allí. Y los niños gritaban:

-¡La huelga, la huelga!

Se referían a la mani. Pero los gritos de los niños indicaban que sabían que sus padres iban a ir a la huelga. Los que no estábamos enterados éramos nosotros, los maestros. Por la noche se reunió el pueblo en la plaza. Nos invitaron. Antes mi compañero Joaquín y yo fuimos a cenar. Lo hicimos apresuradamente. Para agregarnos al resto del pueblo en la plaza. Mas cuando llegamos no había nadie. Extrañados, miramos al lado y a otro. Desde una esquina un vecino nos llamó:

-Tengan cuidado. En los soportales del ayuntamiento hay guardias civiles armados hasta los dientes.

-¿Qué ha pasado que todo está vacío?

-Han llegado por todas las calles guardias civiles dando hostias a diestro y siniestro. La gente a huído refugiándose en sus casas.

Y este vecino nos llevó a donde estaban otros. Entre ellos el dueño del Bar Coyote. No se me ha olvidado. Azuzaban a los civiles con insultos:

-¡Mercenarios! ¡Vendidos! ¡Criminales!

A estos insultos los guardias civiles asomaban la cabeza y enseñaban la metralleta apuntándola hacia donde estábamos. Pero no disparaban. 

-No se preocupen. Si vienen los guardias, corremos por esta calleja abajo que da al río. Ellos no conocen esta parte y no se van a aventurar a una emboscada -nos dicen como si adivinaran nuestra inquietud.

-Pero, ¿por qué ocuparse por unos pocos guardias civiles?

-No se engañen. Si los mantenemos aquí a estos, por pocos que sean, no van a otros sitios mas importantes como Bilbao, Donosti, Mondragón, Rentería...

Eso es lo que se llama saber lo que estaban haciendo. Ver la perspectiva. Tener conciencia política clara. Verdaderos dirigentes anónimos. 

Bueno, el pueblo concienciado y la dirección del movimiento en sus manos. Pero ETA tenía otros planes. Se le iluminó el cerebro y secuestró al consul de Alemania en Donosti Eugen Beihl Schaeffer. Y claro, los obreros volvieron al trabajo. ¿Para qué seguir en el paro si ETA hacía lo que le salía de los cojones? 

ETA seguía el mismo principio ilustrado que los Bascongados: 'todo para el pueblo, pero sin el pueblo'.

seguirá >>>

Euskadi, ETA: recuerdos personales (5)


Esta ETA (los llamados polimilis) fue la que secuestró a José Javier Crespo, Delegado de Educación y Ciencia de Guipúzcoa. 

El señor Crespo estuvo, antes de encumbrarse a la Delegación, de inspector de escuelas por el Valle del Urola. Una vez nos reunió a los maestros en un colegio de monjas en Azpeitia. Allí hablé con él de algunas cosas entre otras de mi afición a la lectura y de mi atracción sobre los temas de la civilización negro africana y su reflejo en América por medio de los esclavos. Luego estuvo un tiempo en EEUU. Cuando regresó yo estaba en Azcoitia. Y a Azcoitia acudió un día de inspección rebelándome, sin querer, un misterio. 

El colegio tenía tres locales: uno en el medio del pueblo, junto al río, otro en las afueras, en Altamira (creo que se llamaba así el lugar) y un tercero en una ladera subiendo para el barrio de Floreaga. Era el edificio principal y allí vivía el director. Pues bien, yo, que estaba en el local del centro (recuerdo que se entraba por la lonja del mercado) metía a los alumnos en clase, después del recreo de la mañana. Serían las 11 u 11'30. Él, el inspector, venía con el director a ver un aula a la que se le había caido parte del techo. Lo vi pero no quise saludarlo. Nunca me han gustado los jefes. Cerraba la puerta de la clase cuando oí que le decía al director:

-Vaya, vaya allá. Ahora me reuno con usted. Tengo que saludar a un maestro que conozco. 

Y llamó a la puerta. Le abrí y en la charla, que fue breve, descubrí el misterio que me concernía. Fue mas  o menos así: me preguntó si bebía, le dije que, los fines de semana, como todo el mundo, me corría alguna juerga. 'Es que ha habido denuncias y... recuerde Cestona'. ¡Ahí di con el busilis! 

Me explico: yo había solicitado, por tercer año, la plaza de Cestona y no me la dieron. Pensé que en mi lugar se la habrían concedido a otro con mas derecho. Pero a primeros de noviembre fui a dar una vuelta por Cestona y me encontré con Joaquín, mi antiguo compañero, quien me informó que estaban solos los tres dando clases: Arratibel, don Juan y él. Me extrañó. 

Y ahora, pasado un tiempo, heme  aquí descubriendo denuncias de la clerigalla cestuarra. Y para subrayarlo añadió el inspector José Javier Crespo:

-¡Oiga! ¿No será usted de algún partido político?

-Mire, no lo soy. Pero si lo fuera tampoco se lo diría.

-¡Por Dios! No quiero que piense que hago de policía...No es mi estilo.

Y, cosa insólita, o por lo menos extraña, por la tarde nos reunió en un claustro. No he guardado en la memoria el motivo de la reunión. Lo que si recuerdo es que nos recomendó, no sé el por qué, que no nos metiéramos en política... del régimen franquista. Luego lo secuestró ETA (político militar). Y, pasados unos meses, sin tocarle un pelo, lo liberó.

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Esta atmósfera de miedo, de violencia, era ya muerto el dictador. En plena transición democrática. Con el rey Juan Carlos I en el trono. Y decían que en plena libertad. 

Y ahora un cuento de maestros:

Erase que se era un maestro que, llegado el periodo de vacaciones, en verano, no pudo irse de viaje a pesar de coger el macuto y ponérselo al hombro. A pesar de querer irse de bureo por el mundo. 

Porque para ello tiene que trasladarse al pueblo mas cercano donde hay estación de tren. Y no llega a tiempo y tiene que esperar varias horas hasta que pare el próximo tren. Da una vuelta por el pueblo. Come. Y vuelve a la estación. Quedan aun dos horas. Se acerca al quiosco. Conoce a la quiosquera. Habla un rato con ella. No hay mucho de qué hablar. De modo que le compra una novela. De Sender. Se sienta en uno de los bancos de la sala de  espera junto a una persona y comienza a leer. Era de un republicano que, huyendo de la represión, se refugia en un campanario. Hasta aquí ha llegado leyendo cuando se tiene que separar de la persona de al lado y la persona de al lado tiene que correrse un poco porque un individuo se ha ido a sentar entre ellos.

-¡Qué maleducado!, piensa.

Mas sigue leyendo. La persona de al lado se levanta del asiento y se va. Entonces el individuo le pregunta qué lee. Le enseña la portada del libre. De que trata, insiste. El maestro le dice de lo que trata hasta donde ha leído. Entonces le pregunta qué quien es el escritor. Y el maestro, pacientemente, le explica que es un escritor muy notable, que era de ideología anarquista, que luchó en el campo de la República... Y, sin saber por qué, este interrogador le dice de pronto:

-Vamos, un  rojo. Como tu. Porque tu eres de esos progres que yo bien conozco. Un marxista. Pero ahora eso se puede decir. Venga. Dilo. Di que eres un marxista.

Y le da codazos y le empuja al maestro.

-¿No te atreves? ¡Cobarde! Si ahora se puede decir cualquier cosa... Con Juan Carlos hay libertad. Ven conmigo al cuartel de la Guardia Civil. Porque te habras dado cuenta que yo soy guardia civil. Anda, ven conmigo al cuartelillo. Y di alli que eres un marxista.

-¿Por qué tengo que decir que soy marxista? ¿Por qué tengo que ir al cuartel? Yo soy un maestro y donde voy a ir es de vacaciones.

-¡Venga, saca el carnet! ¡Dame el carnet de identidad!

-¿Yo? ¿Y por qué tengo que darte el carnet?

Y el maestro que está acojonado. Por que lo está. Muerto de miedo. Ha reunido coraje para negarse a darle el carnet. Y se levanta del banco y se dirige hacia el quiosco. Con el fin de apoyarse en la quiosquera que conoce. A la que le explicó cómo un individuo, que dice ser guardia civil, le está provocando.

El que dijo ser guardia civil se quedó corrido, un momento, ante la respuesta del maestro. Firmeza que no esperaba. Pero se rehizo enseguida al sentir el pitido del tren. En el que se iba a subir. Se acercó al quiosco y le pegó un puñetazo en la nariz al maestro. Que quedó tumbado en el suelo sangrando. La quiosquera comenzaba a gritar.

-¡Cállate, hostias! O te cierro el chiringuito y vas conmigo al cuartelillo ahora mismo. Y tu -le dice al caído- ni se te ocurra ir a denunciar al cuartel porque seré yo quien te reciba ¡Me oyes!

Y el que dijo ser naranjero, se fue corriendo a subir al tren que arrancaba en ese instante. 

El maestro se levanta del suelo. La del quiosco le afirma que si, que es guardia civil, que lo ha visto varias veces. El maestro se va a los servicios a lavarse la sangre. Ve en el espejo que  tiene una herida en la nariz. La mujer de la limpieza se compadece de él. Le dice que si, que es guardia civil. Y que hacen eso, a veces.

-Vienen a 'ligar'. Ha pillar a algún incauto. Para ganarse galones.

Le aconseja que acuda al jefe de estación. Va. Palabras, palabras, palabras. Que se cure la herida. Le indica un medico. Que le cura. Mal. Y médico le dice que denuncie el hecho en el cuartel de la Guardia Civil. Y que no. Que él, precisamente él, no le acompaña. 

-¡Ah! ¿Qué no va a ir? Bueno, pues se jode y se aguanta.

El maestro se vuelva a su pueblo. Visita a su médico. Que le cura. Bien. Y no le aconseja que acuda al cuartel. 

-Yo, lo siento, pero no te lo aconsejo. Yo no iría. Les tengo miedo a los guardias civiles. Lo siento.

El maestro se va a su casa. El maestro ya no se va a ver mundo. Se tumba en la cama. Y duerme. Pensando en la democracia. En la monarquía, presidida por Juan Carlos I rey de España. El de las libertades.

Euskadi, ETA: recuerdos personales (4)


Y allí, en Cestona, contacté con 'Komunistak', luego 'Movimiento Comunista'. Una excisión de ETA. Una vez mas ETA. Fueron muy amables conmigo. Y su forma de reclutamiento muy pedagógica. ¿Por qué lo digo? Veamos: yo había tenido contactos en Zamora con el PCE. Esporádicos, pero contactos. De modo que me sentía muy orgulloso de ello. ¡Ahí es na conocer al Partido! El partido con mayúscula era el PCE. Nadie más. Sin embargo estos del 'Movimiento Comunista' me preguntaron que qué PC, pues había varios: el Partido Comunista de España, si, y el Partido Comunista Internacionalista, el Partido Comunista de Eduardo García y Agustín Gómez, Organización de Izquierda Comunista, Liga Comunista Revolucionaria, el Partido Comunista de... ellos mismos y sobre todo 'el gran Partido Comunista de España (marxista-leninista)' (sic) Me llevaron prensa de todos ellos: 'Mundo Obrero', 'Mundo Obrero Rojo', 'Mundo Obrero Negro'... 'Zer Egin', 'Vanguardia Obrera'. Y a 'Anardi'.

'Anardi' era militante de 'Komunistak'. Un vecino de Cestona. Obrero de fábrica en Iraeta, si la memoria no me falla. Con él y con Nazario formamos una especie de frente revolucionario. Sin actividad. Reuniones cada semana. Y nada mas. Pero comenzaron a hablar por el pueblo. Los del PNV no podían ver a dos de sus vecinos conchabados con un beltza. Corrieron la voz de que yo enseñaba en la escuela que 'en la hostia no había Dios'. Una bobada de meapilas. Y una mentira, porque en el colegio ninguno de los cuatro maestros impartíamos religión. Los dos miembros del 'frente revolucionario', 'Anardi' y Nazario, me alertaron de lo que estaban diciendo por el pueblo. Lo agradecí, pues al no saber euskera estaba aislado de la mayor parte de la gente. Parece ser que, uno de los curas (eran tres), diseminada insidia a chorros. Al 'frente revolucionario' cestuarra se le propuso darle un escarmiento. Al cura. Afortunadamente o desgraciadamente (eso quien sabe) no se aprobó. 

Esto del cura debió de surgir a partir de una reunión que tuvimos con la clerigalla en la escuela. Al no dar religión algunos padres les presionaron para que hicieran algo por su rebaño. La reunión se organizó para tratar de eso: de la religión. Yo defendí (creo que con fuerza) el derecho a no darla. Pues, entre otras cosas, era ateo. En los curas no había unanimidad: uno, el párroco titular, era un nacionalista vasco pero sensible a las libertades, otro un cura obrero, mas sin conciencia social solo para obtener sobresueldo conque alimentar a la querida, según malas lenguas; un pasota: le daba igual todo; y luego estaba el otro: el mas sibilino y retorcido, quería hallar puntos de enlace, conciliar lo contradictorio, que la noche fuera día, con impecable razonamiento jesuítico. Siempre en medio. Bueno, acordamos que, el jueves, encaminaríamos a los niños hacia el templo y a mitad del trayecto saldrían los clerigos a recogerlos. Un espectáculo surrealista, con las mujeres asomadas a las ventanas.

El patronato (Patronato San José, me viene ahora a la memoria) hacía reuniones de cuando en cuando. Sin perioricidad. En una de ellas acudimos nosotros, los maestros, para exigirles que nos pagaran las horas extras que nos debían. Entre los miembros estaba un empresario. Recuerdo que se apellidaba Zulaica. Un bicho de cuidado. Y me enfrenté a él porque no le daba importancia al sueldo. Ironizaba con nuestras demandas. El cabrón.  Este empresario dejó de pagarle a sus obreros muchos meses. Recibió amenazas de ETA o se fue porque no quería pagarle a los trabajadores. No guarda mi memoria un recuerdo fiel. Huyó del pueblo, eso si. Lo cierto es que ETA lo fue a encontrar en Galicia. Lo trajo a Cestona. Y en una cantera le pegó dos tiros en las piernas. Allí lo encontraron mas tarde. Malherido. Creo que fue ETA (político militar).

seguirá >>>

miércoles, 26 de octubre de 2011

Euskadi, ETA: Recuerdos personales (3)


En Cestona conocí a Nazario. No recuerdo el apellido. Un joven al que, por hacer una huelga y participar en protestas contra el régimen franquista, juzgaron y condenaron al destierro, con 15, 16 o 17 años (no recuerdo tantos detalles), a no sé cuantos cientos de kilómetros de Euskadi. Otros muchos corrieron la misma suerte. O eso me contaron. La Guardia Civil lo dejó en medio de la plaza de un pueblo extremeño. Solo. Acojonado. Con la cabeza gacha y mirando de reojo alrededor. Nadie. Por ninguna parte. 

Pasado un tiempo, poco, un hombre se le acerca preguntándole el por qué de su situación; de si era un criminal, o un asesino, o un ladrón... Cuando Nazario le contó la verdad sobre la represión franquista en Euskadi, este hombre le dijo:

-Ven a mi casa. Yo soy republicano y sé bastante de penalidades. Tendrás cama y comida. Y sabrás ganártelas.

A su regreso a Euskadi se hizo de ETA. Luego, en una excisión, se inclinó por ETA (político militar). Los llamados polimilis. 
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Nazario, un día que estábamos hablando en la plaza, frente al Bar Coyote, me señaló a dos hombres que hablaban en medio de la plaza. Uno era médico y el otro farmaceútico.

-Mira, esos son unos puristas: están hablando en el euskera del siglo XVI o XVII.  Seguro que escandalizados porque estoy charlando contigo, con un beltza.

-¿Un beltza qué es?

-Un negro. Los de fuera son beltzas. Así piensan los racistas del PNV.

Sobre esto de los puristas me ocurrió una cosa curiosa. Yo, cuando llegué a esa nacionalidad española llamada Euskadi, sabía de su idioma tres palabra: harri eta herri (piedra y pueblo) Título de un libro de un tal Gabriel Aresti. Lo había leído en el diario Ya. Retuve estas tres palabras. Luego leí una poesía del mismo Aresti de un librito-antología -contenía poemas en castellano y en los otros tres idiomas españoles: euskera, gallego y catalán-  que había comprado en Zamora. Solo recuerdo el nombre de la colección: Saco Roto. Pues bien, me gustó y la aprendí de memoria. Se la recité a algunos vecinos de Cestona que alabaron mi pronunciación. Me gustaba esa poesía y me gusta aun. Pero una vez que la recité hubo uno que dijo con desprecio:

-¡Bah! 'Kontra, kontra'. ¡Vaya mierda! Eso es castellano. Se dice 'aurka, aurka' y no 'kontra'. Ese poeta no sabe escribir en euskera.

El poeta es, ya, un clásico del euskera. El vecino será un clásico de la nada. Y si ha muerto más nada aun. El poema es el siguiente:  

"Nire aitaren etxea / defendituko dut. / Otsoen kontra, / sikatearen kontra, /  lukurreiaren kontra, / justiziaren kontra, / defenditu / eginen dut / nire aitaren etxea. / Galduko ditut / aziendak, / soloak, / pinudiak; / galduko ditut  / korrituak, / errenteak, / interesak, / baina nire aitaren etxea defendituko dut. / Harmak kenduko dizkidate, / eta eskuarekin defendituko dut / nire aitaren etxea; / eskuak ebakiko dizkidate, / eta besoarekin defendituko dut / nire aitaren etxea; / besorik gabe, / sorbaldik gabe, / bularrik gabe / utziko naute, / eta arimarekin defendituko dut / nire aitaren etxea. / Ni hilen naiz, / nire arima galduko da, / nire askazia galduko da, / baina nire aitaren etxeak / iraunen du / zutik."
(Defenderé / la casa de mi padre. / Contra los lobos, / contra la sequía, / contra la usura, / contra la justicia, / defenderé / la casa /de mi padre. / Perderé / los ganados, / los huertos, / los pinares; / perderé / los intereses, / las rentas, / los dividendos, / pero defenderé la casa de mi padre. / Me quitarán las armas / y con las manos defenderé / la casa de mi padre; / me cortarán las manos / y con los brazos defenderé / la casa de mi padre; / me dejarán / sin brazos, / sin hombros / y sin pechos, / y con el alma defenderé / la casa de mi padre. / Me moriré, / se perderá mi alma, / se perderá mi prole, / pero la casa de mi padre / seguirá / en pie)

Mas tarde este poema lo vi en la esquela de un etarra.
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Mas arriba, refiriéndome a Nazario, he puesto 'represión franquista en Euskadi'. La hubo en toda España, pero allí tuvo sus rasgos propios. De eso me enteré un día por casualidad: los niños de la escuela fueron congregados por la Caja de Ahorros de Guipuzcoa en un cine de Azcoitia; hubo proyección de películas, teatro y otras actividades culturales para escolares; en el trayecto de Cestona a Azcoitia, en autobús, me senté al lado de un padre de alumno; me parece recordar que era un trabajador de la entidad bancaria. Hablamos. De muchas cuestiones. Pero lo que se me quedó gravado para siempre fue lo del collarín con la bolita. Me lo contó luego de preguntarle yo por qué insistía tanto en que tratara con cariño a los alumnos. Y es que lo dijo tantas veces que me mosqueé. Hasta pensé que se estaba refiriendo a mi. 

Y yo, la verdad, nunca he puesta la mano encima a ningún escolar. Nunca los he vejado. A veces me enfadaba, si. Y decía una palabra mas alta que otra. Pero enseguida me daba cuenta dónde estaba, que los niños eran vasco hablantes y conocían poco el castellano, luego, había que ser paciente; de eso me dio lecciones Pio Baroja: en una de sus escritos, por ejemplo, relata lo del maestro castellano que se enfada continuamente, pega gritos y los niños no entienden nada; o que les hablaba de las viñas de La Mancha y ellos lo que querían es que les contara de la pesca del bacalao en Terranova; o, sin ir mas lejos, lo que me ocurrió a mi con un niño que ingresó en clase a mitad de curso; vino de un caserío; le pregunté por su nombre, muchas veces; y el niño no hacía mas responder:

-¿Zer? ¿zer? ¿zer? (qué, qué, qué)

Y, yo, cada vez me cabreaba mas; y levantaba la voz. Hasta que uno de mis alumnos me dijo:

-Maisua (maestro) dígale 'nola izena' (como te llamas)

Así lo hice; y abriéndosele la sonrisa en la boca, como si se le iluminara, contestó:

-Yon. Ni Yon (Yon. Yo Yon)

En fin, por todo ello no sabía a santo de qué repetía, una y otra vez, que tratara bien a los niños. Por eso se lo pregunté. Y me lo contó. Lo que él había vivido de niño. Fueron pocas palabras. Pero suficientes. Al parecer el maestro tenía un collarín con una bolita -amén de la vara o la regla, claro- que ponía al que hablara en euskera. Aquel que lo llevara puesto al final de la clase recibía una paliza dada por el maestro; o por su padre, en casa. Por lo que toda la clase se convertía, oido avizor, en chivato colectivo para librarse del vergonzoso collarín.

Euskadi, ETA: Recuerdos personales (2)


Pero vayamos a mi estancia en Cestona: un día, al salir de clase por la tarde, don Juan fue a saludar a un individuo, un joven con gabardina gris al que solo le faltaba subirse el cuello para parecer un poli o un miembro de una banda de gánsteres. Estuvieron charlando un poco y desde allí nos llamó a Joaquín y a mi para presentarnos al joven de la gabardina gris:

-Os presento a uno de la tierra, dijo.

Y, mira por donde, resultó que nos habíamos visto -según creo recordar- en el instituto de enseñanza media de Zamora. En algún examen. Estaba en Cestona por asuntos de trabajo. Y era representante de algo. O eso dijo.

Por la mañana del día siguiente, ¡que casualidad!, la madre de un alumno me aborda para preguntarme por su hijo. En el transcurso de la conversación saca a relucir, ¡qué segunda casualidad!,  la charla con el 'amigo' de la gabardina gris. Le explico que no es amigo, solo conocido. Y lo que me había afirmado el susodicho gabardinero de representar...

-¡¿Representante?!... ¡Ese!... ¡Pero si es un secreta de la Guardia Civil al que llaman 'Hijo de Manzanas'!...

La verdad: no entendí eso que dijo la señora de 'Hijo de Manzanas'. Tampoco se lo pregunté, por mi enfermiza timidez. Pero me di cuenta que los ojos sirven para algo. Y el pueblo estaba lleno de ellos.

Dos o tres años después, estando ya de maestro en Azcoitia, quedé con otros compañeros en un bar de Azpeitia que daba a una plaza. En el mismo centro del casco urbano. O eso creo. Por la calle pasó el de la 'gabardina gris' con la misma vestimenta. Si la memoria no me falla se apellidaba Posadas. Por entonces ya sabía yo por qué le llamaban 'Hijo de Manzanas' y quién era el tal Manzanas. Melitón Manzanas, famoso por sus propias heroicidades, fue el primer policía que mató ETA. Al parecer era un torturador del que se decían cosas tremendas, horribles a veces; como, por ejemplo, haber pegado, en un interrogatorio, una patada, en la barriga, a una mujer embarazada. Y a Posadas le atribuían, las buenas o malas lenguas, métodos muy expeditivos comparándolo con el otro.
El dueño del bar me dice:

-Ahí pasa uno de tu tierra.

-Si, lo conozco. Estudió conmigo. Hace ya tiempo estuve hablando con él en Cestona.

-¡Ah, coño! Sé quien es. Dicen que está fichado por el pueblo -comenta uno de los maestros.

-Mientras solo sea el pueblo quien lo fiche bien va... -reflexiona en alto el del mostrador que era carlista.

Poco tiempo después lo mató ETA. Lo recuerdo perfectamente: estábamos en Azcoitia reunidos en claustro; Dos compañeros llegaron tarde; eran hijos del comandante del puesto de la Guardia Civil de Azpeitia. Uno de ellos se sentó junto a mi y casi en un murmullo me dice:

-Perdona el retraso. Es que han asesinado a ese guardia civil de Zamora que tu conocías.

-¿A Posadas? ¡No jodas!

-Si. Iba a buscar a sus hijas al colegio y lo ha matado. Han perseguido a los etarras. Pero en Guetaria se ha perdido la pista. Dice mi padre que es porque el pueblo los ha guardado y que cuando eso ocurre no hay manera de encontrarlos. Ordenó la suspensión de la batida porque muy bien pudieran estar ya en un barco rumbo a Francia.

-¡Pobre Posadas!, exclamé.

-¡Qué pena! La mujer y sus hijas... Era muy querido. Ha pasado mucha gente a dar el pésame al cuartel.

Entonces comprendí las palabras del dueño del bar: 'mientras solo sea el pueblo quien lo fiche bien va...' Me puse un poco triste aunque solo lo había tratado unos minutos. No sé si mi zamorano fue un torturador. Y él nunca me lo dirá.

seguirá >>>

Euskadi, ETA: recuerdos personales (1)

1969. Marché a Euskadi. A trabajar.  Quería conocer España. Era otoño. Salí con tiempo soleado, temperatura agradable y llegué con tiempo lluvioso a Donosti. Y con zapatillas. Cestona, en el valle del Urola, mi destino. Y hacia allá marchamos mi padre (que me acompañó en el viaje) y yo. Mientras mi progenitor espera en el Bar Coyote, voy al Ayuntamiento. Hablan en euskera. Apenas me atienden.  La escuela, dicen, es de un patronato de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Cuando llego al bar le cuento a mi padre lo que he observado y lo que me han dicho. Me mira y me contesta:


-Pues, por aquí, han pasado cientos de obreros, ya que salen a comer del trabajo, y de todos ellos dos o tres han pedido el vino en castellano, los demas en vasco. Tu crees que sabes mucho... pero estás asustado como recluta en la mili. A mi, sin embargo, me resulta todo familiar: cumplí el servicio en Pamplona.

En la escuela eramos 4: Arratibel el director, Juan Sánchez, (don Juan lo llamaban), Joaquín (otro compañero cuyo apellido no me sale) y yo. 


Un día -recuerdo- el director me preguntó si quería ir con él a un funeral. A Vergara. Y fui. Una manera, como otra cualquiera, de conocer la tierra vasca. 

-Aunque, le dije, soy de pocas iglesias. 

El templo abarrotado. Cuando acabó la misa salimos a la calle. Había muchísima gente reunida a las puertas de la iglesia. Arratibel se puso a caminar  muy deprisa -lo que me extrañó- y subimos rápidamente al coche. Me dice mientras arranca:

-Nos vamos rápido de aquí porque ahora empezará, como siempre, una manifestación. Y habrá jaleo.

-No te entiendo.

-Es que el muerto era de ETA. Un primo segundo. Y esos que están a la puerta, esperando a los que estábamos en misa, se manifestarán por la calle... ¿No los oyes ya?...

-Si, si... ¿Qué gritan?

-¿Zer ez kendu herria? ¡Amnistia! Presoak kalera, txakurra barrura! (o algo así)

-Eso lo entiendo menos

-Traducido quiere decir: ¿Qué pide o quiere el pueblo? Amnistia. Los presos a la calle y los policías a la cárcel.

La primera vez que oí hablar de ETA.

Arratibel era vasco, Juan Sánchez (don Juan) de un pueblo de Salamanca, Joaquín del mismo Salamanca y yo de un pueblo de Zamora.

Don Juan llevaba ya muchos años dando clases en Cestona. Decía ser republicano. Muy antivasco, por cierto. Y amigo de otro antivasco de extrema derecha: el veterinario. Daba gusto oirle hablar. Pero tenía un aire desconfiado. Mirar inquieto. Y continuamente recordando a su tierra castellana. Estudió derecho, estaba metido en el Ayuntamiento y desde allí influía en el pueblo. Nos contaba que, por su mediación, se le puso una calle a Pío Baroja. Don Pío estuvo en Cestona de médico. Lo cita en la novela 'César o nada'. Se entusiasmaba por ese gesto hacia el escritor vasco, regondeándose con el odio que despertó entre la clerigalla. Decía que el alcalde recibió cartas amenazantes de los jesuitas. 

-El pobre alcalde estuvo acojonado... ¡Que se jodan los jesuitas! La calle nombrada... ahí está. Y para siempre.

De tres hijos que tuvo uno se le ahogó en una presa. En Cestona, creo. Dos le quedaron: hija e hijo. De la hija no guardo en la memoria mas que dos cosas: la guapura y que se iba a casar con una persona acomodada del pueblo. Del hijo, Juan Sánchez Sierra, si: era pequeño, cara cetrina, mirar atravesado, antipático, obrero en una fábrica o algo así. Creo que nunca nos dirigió la palabra, ni a Joaquín ni a mi. Sabía y hablaba euskera. Txiquiteaba en cuadrilla. Como cualquier cestuarra de toda la vida. Afiliado al sindicato ELA. Años después supe que, a don Juan, ETA le tiró unos tiros. Para asustarlo, comentaron. Objetivo: que se largara de Euskadi. Y retornó a Salamanca. Inmediatamente, según me dijeron. 


Mas tarde su hijo sería asesinado por ETA. No sé por qué. Me refiero a qué razones arguyó esta organización para matarlo. Una tragedia tremenda para esa familia, supongo. No supe nunca mas de don Juan. Tenía gracia hablando y le gustaba la caza.

seguira >>>