A ti, quienquiera que seas (bañando con mi
aliento esta hoja para hacerla crecer,
oprimiéndola un instante entre mis manos vivas:
¡Toma! ¡Mira como late el pulso en las muñecas!
¡Como dilata y contrae la sangre mi corazón!)
Me ofrezco a ti, en todo y para todo, me ofrezco
a mi mismo, prometiendo no dejarte jamás,
de lo que doy fe firmando con mi nombre.
Walt Whitman
(traducción de Concha Zardoya)
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