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CONOCIMIENTO, REVELACIÓN, LENGUAJES
Por Ovidio Pérez Martín
No es este librito de 32 páginas –Conocimiento, revelación, lenguajes; Antonio Gamoneda; Cuadernos del Noroeste, 3; La Biblioteca IES.; León: Lancia, 2000- un conjunto de poemas. Antonio Gamoneda, insistiendo en la línea de su librito “El cuerpo de los símbolos”, expone en este ensayo su saber sobre la poesía a partir de su revelación, intensa y amorosa, con ella.
La cita de José Luis Pardo que abre el cuaderno es reveladora de lo que luego Gamoneda irá desarrollando: “El poder de la palabra para deshacer significados establecidos es, sin duda alguna, un poder subversivo y liberador.”
El lenguaje –escribe Gamoneda- genera conocimiento cuando las cosas ya tienen nombre. Pero el poema generalmente nombra lo desconocido, lo que en ese momento en que germina el poema se va descubriendo, antes no visto ni sentido. Nombrar lo recién nacido es revelación, es su despliegue. Se me ocurre añadir, para ilustrar lo que Gamoneda dice, lo siguiente: Hubo un tiempo en que los árboles no existían, no tenían nombre. Solo cuando el hombre dijo árbol, el árbol se desprendió de todo lo que le encubría: y resultó ser hermoso, derecho o torcido, y, además, el viento movía sus hojas.
Gamoneda pone en evidencia dos maneras de lenguaje: uno es el lenguaje informativo, convencional, socialmente pactado y que, a veces, sirve como transmisión del conocimiento del mundo: el lenguaje científico; a veces expone hechos imaginarios: el lenguaje literario; y, a veces, se degrada hasta hacerse políticamente correcto.
Con el lenguaje informativo tiene mucho que ver el “pensamiento programadamente débil” que se identifica con un liberalismo falaz propio de las democracias ‘occidentales’. Cita Gamoneda a Valente: “la privación de sentido (...) es el arma por antonomasia de la democracia”. Y dice rotundamente: “instalarse en el pensamiento débil es una inmoralidad”. Añade por su cuenta Gamoneda: “Que la escritura que se supone poética esté impregnada de éste no-pensamiento es una añadidura dolorosa. Sólo la rebeldía del pensamiento poético utópico, que resultará irrealista y anormal respecto de la despreciable y débil normalidad al uso, tiene dignidad y ese ‘sentido’ de que hablan Bernard Noel y Valente; sólo –de acuerdo con José Luis Pardo- la rebeldía de la creación libre puede ser crítica y mantener valor moral frente a la existencia dirigida. Este es un asunto para la conciencia, pero lo es también para el lenguaje. Naturalmente, ir de irrealista o hermético sin más, no otorga cédula de poeta, pero la analogía del lenguaje minirrealista pretendidamente poético (ése que se promueve poco menos que en términos de mercado y que está casi ‘oficializado’ en España) con los lenguajes informativos instrumentados por los poderes económico y político en sus tecnologías mediáticas, es la prueba de su debilidad moral añadidura a la debilidad estética” (pag. 21). La cita ha sido larga pero se hace un diagnóstico real y preciso del estado actual de la poesía en este Reino.
Otro es el lenguaje creador, el lenguaje de la revelación, que es el lenguaje verdaderamente poético. El lenguaje es algo muy diferente de los otros, también del literario. La revelación por la palabra, el lenguaje poético, nace –al menos Gamoneda está convencido de ello- en la ‘confusión’ de una causa musical y una causa significativa: es un “pensamiento que canta”. Este lenguaje también es creación y de la creación nace realidad siempre.
Habla también Gamoneda, con respecto a este lenguaje creador, de ‘memoria de partes’, es decir, recuerdo fragmentado para comprender el todo. Y la memoria es conciencia del tiempo vivido y desaparecido. Y, sin embargo, se escribe poesía por y para el placer. Si para Parménides la vida es producto de contrarios, para Gamoneda la poesía se genera desde la memoria de lo perdido, desde la herida del tiempo y para suturar esta herida. La palabra poética es palabra que cura, y engendra –por eso produce placer- el momento siguiente, viviente. De ahí la necesidad de la poesía.
Este lenguaje de creación / revelación, primordial para el conocimiento pues es semilla del lenguaje, es el propio de la poesía.
Y termina Gamoneda: “Enorme, irreversible conquista ésta (el lenguaje poético), aunque no les parezca así a quienes han salido de sí mismos y han puesto, quizá, sus mejores potencias para entrar, conscientes o no, en la obediencia al poder y ayudar desde el pensamiento débil a sus intereses”.
Ovidio Pérez Martín
(en la página 47 de la revista 'Caminar Conociendo', número 9 de julio de 2001)
CONOCIMIENTO, REVELACIÓN, LENGUAJES
Por Ovidio Pérez Martín
No es este librito de 32 páginas –Conocimiento, revelación, lenguajes; Antonio Gamoneda; Cuadernos del Noroeste, 3; La Biblioteca IES.; León: Lancia, 2000- un conjunto de poemas. Antonio Gamoneda, insistiendo en la línea de su librito “El cuerpo de los símbolos”, expone en este ensayo su saber sobre la poesía a partir de su revelación, intensa y amorosa, con ella.
La cita de José Luis Pardo que abre el cuaderno es reveladora de lo que luego Gamoneda irá desarrollando: “El poder de la palabra para deshacer significados establecidos es, sin duda alguna, un poder subversivo y liberador.”
El lenguaje –escribe Gamoneda- genera conocimiento cuando las cosas ya tienen nombre. Pero el poema generalmente nombra lo desconocido, lo que en ese momento en que germina el poema se va descubriendo, antes no visto ni sentido. Nombrar lo recién nacido es revelación, es su despliegue. Se me ocurre añadir, para ilustrar lo que Gamoneda dice, lo siguiente: Hubo un tiempo en que los árboles no existían, no tenían nombre. Solo cuando el hombre dijo árbol, el árbol se desprendió de todo lo que le encubría: y resultó ser hermoso, derecho o torcido, y, además, el viento movía sus hojas.
Gamoneda pone en evidencia dos maneras de lenguaje: uno es el lenguaje informativo, convencional, socialmente pactado y que, a veces, sirve como transmisión del conocimiento del mundo: el lenguaje científico; a veces expone hechos imaginarios: el lenguaje literario; y, a veces, se degrada hasta hacerse políticamente correcto.
Con el lenguaje informativo tiene mucho que ver el “pensamiento programadamente débil” que se identifica con un liberalismo falaz propio de las democracias ‘occidentales’. Cita Gamoneda a Valente: “la privación de sentido (...) es el arma por antonomasia de la democracia”. Y dice rotundamente: “instalarse en el pensamiento débil es una inmoralidad”. Añade por su cuenta Gamoneda: “Que la escritura que se supone poética esté impregnada de éste no-pensamiento es una añadidura dolorosa. Sólo la rebeldía del pensamiento poético utópico, que resultará irrealista y anormal respecto de la despreciable y débil normalidad al uso, tiene dignidad y ese ‘sentido’ de que hablan Bernard Noel y Valente; sólo –de acuerdo con José Luis Pardo- la rebeldía de la creación libre puede ser crítica y mantener valor moral frente a la existencia dirigida. Este es un asunto para la conciencia, pero lo es también para el lenguaje. Naturalmente, ir de irrealista o hermético sin más, no otorga cédula de poeta, pero la analogía del lenguaje minirrealista pretendidamente poético (ése que se promueve poco menos que en términos de mercado y que está casi ‘oficializado’ en España) con los lenguajes informativos instrumentados por los poderes económico y político en sus tecnologías mediáticas, es la prueba de su debilidad moral añadidura a la debilidad estética” (pag. 21). La cita ha sido larga pero se hace un diagnóstico real y preciso del estado actual de la poesía en este Reino.
Otro es el lenguaje creador, el lenguaje de la revelación, que es el lenguaje verdaderamente poético. El lenguaje es algo muy diferente de los otros, también del literario. La revelación por la palabra, el lenguaje poético, nace –al menos Gamoneda está convencido de ello- en la ‘confusión’ de una causa musical y una causa significativa: es un “pensamiento que canta”. Este lenguaje también es creación y de la creación nace realidad siempre.
Habla también Gamoneda, con respecto a este lenguaje creador, de ‘memoria de partes’, es decir, recuerdo fragmentado para comprender el todo. Y la memoria es conciencia del tiempo vivido y desaparecido. Y, sin embargo, se escribe poesía por y para el placer. Si para Parménides la vida es producto de contrarios, para Gamoneda la poesía se genera desde la memoria de lo perdido, desde la herida del tiempo y para suturar esta herida. La palabra poética es palabra que cura, y engendra –por eso produce placer- el momento siguiente, viviente. De ahí la necesidad de la poesía.
Este lenguaje de creación / revelación, primordial para el conocimiento pues es semilla del lenguaje, es el propio de la poesía.
Y termina Gamoneda: “Enorme, irreversible conquista ésta (el lenguaje poético), aunque no les parezca así a quienes han salido de sí mismos y han puesto, quizá, sus mejores potencias para entrar, conscientes o no, en la obediencia al poder y ayudar desde el pensamiento débil a sus intereses”.
Ovidio Pérez Martín
(en la página 47 de la revista 'Caminar Conociendo', número 9 de julio de 2001)
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