miércoles, 19 de diciembre de 2007

Gabriel Celaya: Lo que faltaba

A Garcilaso de la Vega

Si de mi baja lira prosaista
surgiera, no mi voz, sino mi España
verías como vibras en su entraña
pese a tanto cantor garcilasista.

Estamos con las armas en la mano,
buscando un nuevo ritmo, fiel contraste.
Estamos como tú nos enseñaste,
luchando por lo nuevo y por lo sano.

Por eso te saludo y te prometo
que daré, como tú, cauce a la Historia:
porque eres en mi, vida, no memoria,
e impulso a la aventura, no soneto.

Gabriel Celaya

lunes, 10 de diciembre de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Sobre el influjo de la naturaleza en el libro de Urbano Blanco Cea

Por José Mª Amigo Zamorano

Nos atrevimos a calificar a Urbano Blanco Cea, que acaba de publicar el poemario titulado 'El Alijar jara en flor', como emigrante en Madrid donde trabaja, por lo que trasluce la lectura de su libro.
Ya el sólo título nos orienta para adentrarnos en los recovecos de su almario, compuesto de recuerdos de la tierra que le viera nacer: su pueblo. Y máss que las gentes, la naturaleza y sus habitantes: flores, árboles, pájaros...
Eso ha llenado su ser y lo ha convertido en poesía con su olor a pino, a jara que, antaño, embriagaran a Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso (o eso supone el poeta Urbano) Para los que no estén al tanto de estos pormenores poéticos, sepan que los poetas Dámaso Alonso y sobre todo Vicente Aleixandre, se iniciaron a la poesía por estos lugares allá por el año 1917.
Una parte, un fragmento del libro de Urbano (porque toca temas muy diversos) está colmado de referencias a ese mundo que nos rodea (la naturaleza) que nos marca de niños y que luego, ya adultos,, cuando nuestro espíritu se llena de otras imábenes, vamos arrumbándolo, e incluso nos distanciamos de él, sin darnos cuenta que somos naturaleza y sigue influyéndonos fundamentalmente, aunque parezca que está en segundo plano. .
Pero en esa niñez que hemos citado se va moldeando nustra escultura poética: árboles nevados, vuelo de golondrinas y vencejos, besos de lluvia, piedras convertidas en oro por el sol... Es el tiempo en que el murmullo del agua al caminar por el cauce del riachuelo nos hace escucharlo con arrebatada pasión (o eso creemos cuando somos maduros) que no se nos va del todo. El poeta navero ama todo eso y lo dice en un poema de dos versos: "más que quienes nos suponen/somos lo que amamos".
Por supuesto, lo que ama no está en las calles de Madrid abarrotada de coches, de luces, de ruidos, de trajines, de humos... está al amanecer "cuando nacen los colores", cuando el alba toca con su varita de mágica luz y resucita todo ese mundo que recordábamos antes: escarchas, rocíos, trinos, pinos, jaras... Colores que Madrid no guarda. El poeta, en la urbe, se convierte en avecilla: "se me ha escapado un pájaro del nido de los anhelos olvidados". Y vuela al campo a recobrar esos anhelos. No es que Urbano lo escriba así. Es una licencia que nosotros nos tomamos.
Desde que nosotros saludamos su primer libro, el poeta ha madurado adquiriendo un estilo propio. Sin embargo, el poso machadiano sigue y, suponemos, seguirá siempre en su almario urbaniano, dado que sus amores hacia el campo castellano, hacia Las Navas, hacia su pueblo, lo une a la concepción de Castilla que Machado tenía y se refleja en uno de los poemas más largos dedicado a ella. Esa Castilla que se va muriendo abandonada por sus hijos y los que se quedan "dormitan al calor de la lumbre", recordando tiempos jóvenes, recordando la faz pedregosa, las espigas, la primavera que anuncian los amendros en flor...
Son, como dice el poeta "El beso de lluvia que cava/en el fondo de mi pozo seco".
Mas con toda esa muerte anunciada, presentida, o quizás por eso, el poeta que es Urbano Blanco Cea declara como una condición testamentaria: "Llevadme al campo cuando ya no vea/cuando esté cansado y no pueda andar".
Castilla, escribe en el poema que le dedica, "te amo con la misma mansedumbre", lo que nos hace recordar el poema ya mencionado: "Mas que quienes nos suponen / somos lo que amamos". Amén.

martes, 6 de noviembre de 2007

Charles Nokan: 'El tiempo ha labrado'

El tiempo ha labrado mi frente y desgastado mis dientes.
Mis años caen como hojas
de otoño.
El olor de su ceniza me invade.
El crepúsculo sombrío despunta por el horizonte de mi vida.
Pronto vendrá tal vez la noche gris,
y ya no existiré, y eso será
como si nunca hubiera vivido.
Mi profundo pensamiento no volará más por encima
del apagado Universo.
¡Ay, la nada nunca olvida
tender su velo!

Charles Nokan (Zégua Nokan)
(Traducción de Rogelio Martínez Furé)

martes, 16 de octubre de 2007

Libros: El fuego de los orígenes

La historia de la evolución de África atrapada entre la tradición y la modernidad como transfondo de la historia de Mandala Mankuntu, joven negro de ojos verdes que no se contenta con ser el mejor cazador y forjador, sino fetiche y médico. Huye a la ciudad y después de participar en la II Guerra Mundial se alía a los independentistas y desengañado vuelve a su aldea y los suyos reniegan de él.

Autor: Emmanuel Dongola
Editorial: Alcor

jueves, 6 de septiembre de 2007

Nordin Tidafi: 'Sol de mi Tierra' (6)

Gárdaia

Paz Sobre Cabo Matifu, de luz dichosa, como un silex olvidado.

Paz sobre Gárdaia remota, ronca en su exilio.

Paz sobre Cherchel dispersa, a la hora de los polvorines.

Paz sobre los montes de Djra, temblores y glorias asociados.

Paz sobre el furioso galope, en el rodeo de Morsot.

Paz sobre el alba salvaje de Guérgur, hacia los ilustres algarrobos.

Paz sobre los altos de Bibáns, apasionados de silencio y climas.

Paz sobre las noches urbanas, al borde de los rencores del día.


Ellos son la vida de todas las vidas.


Nordín Tidafi


(De la antología 'Diwan africano. Poetas de expresión francesa'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura 1988. Palacio del Segundo Cabo O'Reilly número 4, Habana Vieja. Ciudad de La Habana, Cuba)

martes, 28 de agosto de 2007

Un pájaro sin color y sin nombre

Un pájaro sin color y sin nombre
ha replegado sus alas
y herido el único ojo del cielo.

Se posa en un árbol sin tronco
todo hojas
que ningún viento estremece
y del que no se cogen los frutos, con los ojos abiertos.


¿Qué incuba?
Cuando reinicie su vuelo,
son gallos los que saldrán,
gallos de todas las aldeas
que habrán vencido y dispersado
a los que cantan en los sueños
y se alimentan de astros.

Jean-Joseph Rabearivelo
(Del libro de poemas 'Traduit de la nuit'. Copiado del libro 'Diwan africano, poetas de expresión francesas'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura, Palacio del Segundo Cabo O'Reilly Nº 4, La Habana Vieja, Ciudad de la Habana (Cuba), 1988)

miércoles, 22 de agosto de 2007

Amigo Zamorano: Corrida del Gallo, Añacea del Gallo

Corrida del Gallo, Añacea del Gallo en Guarrate (Zamora)
Por José Mª Amigo Zamorano

La así denominada ‘Corrida del Gallo’ o ‘Fiesta del Gallo’ es digna de ser estudiada por esos que indagan en las tradiciones y costumbres de los pueblos, al estilo de antropólogos como el inglés Bronislav Kasper Malinowski o el español o como Julio Caro Baroja y otros. Ahora, más urgente porque está desapareciendo, obligada por la disminución alarmante de comunidades campesinas en el mundo entero.Siempre nos ha obsesionado este festejo de algunos pueblos de la provincia de Zamora (España) que, creemos, es como una preparación o introducción al mundo adulto. Pareciéndonos, quizás nos confundamos, a ceremonias iniciáticas semejantes a las que se celebran en numerosas aldeas africanas rodeándose de ritos secretos, o semisecretos, y algunos dolorosos o sangrientos: recordamos la extirpación del clítoris en las niñas que terminan la pubertad. Aquí ya ha perdido esa aureola secreta, misteriosa, pero guarda un cierto sabor añejo a sangre.

Nosotros, como puede leerse, la hemos rebautizado con una palabra en desuso ‘Añacea’ para darle más antigüedad al asunto: en vez de ‘corrida’ o ‘fiesta’, añacea.Si no nos falla la memoria creemos recordar que se celebra o celebraba en invierno, apellidándola ‘del gallo’ por ser un elemento primordial de la ceremonia al que todos miran, del que todos hablan y al que todos se dirigen, no en vano anuncia el pronto amanecer con su kikirikí, la apertura de un nuevo día y el fin de las tinieblas donde se fraguan las más tremendas canalladas. Lo llevan a las afueras del pueblo. Y, atado por las patas, lo cuelgan de una cuerda que une dos vigas colocadas a ambos lados de un camino cualquiera. Hacia allá se encaminan, a la caída de la tarde invernal, los habitantes de la comunidad. Luego acuden los quintos. Todos los de la quinta de ese año. Lo hacen a caballo, vestidos de militares y con espada al cinto.

La fiesta, en si, comienza cuando el capitán (el mayor de los jóvenes que entran en quinta) presenta, a los espectadores, desde su caballo, al resto de compañeros. Lo hace en verso. A veces son solo ripios. Pero eso, es lo de menos. Luego de terminada la presentación, le pide a la orquesta (la orquesta son unos pocos músicos que se colocan al lado del camino) que interpreten una pieza mientras ellos cabalgan un buen trecho. De regreso de la primera cabalgada, uno tras otro, los componentes de la quintada, todos a caballo y con espada al cinto, van recitando unas composiciones poéticas llamadas ‘Relaciones’.

(Por cierto, así nombra su Martín Fierro el poeta argentino José Hernández: “Y atiendan la relación / que hace un gaucho perseguido, / que padre y marido ha sido / empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente / lo tiene por un bandido”)

El último en declamar su ‘relación’ es el capitán.
La forma de estas ‘relaciones’ se ajusta a cánones predeterminados: en primer lugar enumera (hace una relación) la vida del mozo que, este, quiere destacar, reparte el gallo en trozos, simbólicamente, pues sigue vivito y coleando en la cuerda a pesar de los intentos de cortarle el cuello con las espadas que los caballistas no saben manejar. En el reparto, las partes mejores se la llevan la madre, el padre y la novia (si la tiene): el corazón (generalmente para la madre), los muslos (al padre)...; y las partes peores las personas más detestadas: patas, tripas, plumas...

Las composiciones serán mejores o peores dependiendo del bardo que las escriba. Porque hay o había ciertos campesinos a los que se les daba muy bien eso de componer coplas, tanto que muchos acudían, de varios pueblos a la redonda, para solicitar de sus servicios poéticos.

Si a pesar de la escasa natalidad ha pervivido esta tradicional justa poético caballeresca, se debe a la incorporación de la mujer a la Fiesta del Gallo, a la Corrida del Gallo. Y es que, en este terreno como en otros, la mujer ha metido la cabeza para no volverla a sacar. Se venían de los más alejados núcleos de población hasta el pueblo de sus padres para participar en este festejo de origen iniciático. Con todo, hay que decirlo, el creciente abandono del campo es continuo y hay años que no se puede realizar esta celebración porque solo hay uno o nadie... Por eso decimos que es urgente que se recojan en libros estas fiestas... Que se publique en mayor número de ‘relaciones’... Hurgar en la memoria de las gentes... A lo mejor ya se ha hecho... Nosotros lo ignoramos...
En otro post se pondrá una relación hecha por nosotros.
Del texto: José María Amigo Zamorano


Tomado de: http://senocri.blogcindario.com/2007/08/00065-corrida-del-gallo-fiesta-o-anacea-del-gallo.html