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miércoles, 26 de octubre de 2011

Euskadi, ETA: recuerdos personales (1)

1969. Marché a Euskadi. A trabajar.  Quería conocer España. Era otoño. Salí con tiempo soleado, temperatura agradable y llegué con tiempo lluvioso a Donosti. Y con zapatillas. Cestona, en el valle del Urola, mi destino. Y hacia allá marchamos mi padre (que me acompañó en el viaje) y yo. Mientras mi progenitor espera en el Bar Coyote, voy al Ayuntamiento. Hablan en euskera. Apenas me atienden.  La escuela, dicen, es de un patronato de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Cuando llego al bar le cuento a mi padre lo que he observado y lo que me han dicho. Me mira y me contesta:


-Pues, por aquí, han pasado cientos de obreros, ya que salen a comer del trabajo, y de todos ellos dos o tres han pedido el vino en castellano, los demas en vasco. Tu crees que sabes mucho... pero estás asustado como recluta en la mili. A mi, sin embargo, me resulta todo familiar: cumplí el servicio en Pamplona.

En la escuela eramos 4: Arratibel el director, Juan Sánchez, (don Juan lo llamaban), Joaquín (otro compañero cuyo apellido no me sale) y yo. 


Un día -recuerdo- el director me preguntó si quería ir con él a un funeral. A Vergara. Y fui. Una manera, como otra cualquiera, de conocer la tierra vasca. 

-Aunque, le dije, soy de pocas iglesias. 

El templo abarrotado. Cuando acabó la misa salimos a la calle. Había muchísima gente reunida a las puertas de la iglesia. Arratibel se puso a caminar  muy deprisa -lo que me extrañó- y subimos rápidamente al coche. Me dice mientras arranca:

-Nos vamos rápido de aquí porque ahora empezará, como siempre, una manifestación. Y habrá jaleo.

-No te entiendo.

-Es que el muerto era de ETA. Un primo segundo. Y esos que están a la puerta, esperando a los que estábamos en misa, se manifestarán por la calle... ¿No los oyes ya?...

-Si, si... ¿Qué gritan?

-¿Zer ez kendu herria? ¡Amnistia! Presoak kalera, txakurra barrura! (o algo así)

-Eso lo entiendo menos

-Traducido quiere decir: ¿Qué pide o quiere el pueblo? Amnistia. Los presos a la calle y los policías a la cárcel.

La primera vez que oí hablar de ETA.

Arratibel era vasco, Juan Sánchez (don Juan) de un pueblo de Salamanca, Joaquín del mismo Salamanca y yo de un pueblo de Zamora.

Don Juan llevaba ya muchos años dando clases en Cestona. Decía ser republicano. Muy antivasco, por cierto. Y amigo de otro antivasco de extrema derecha: el veterinario. Daba gusto oirle hablar. Pero tenía un aire desconfiado. Mirar inquieto. Y continuamente recordando a su tierra castellana. Estudió derecho, estaba metido en el Ayuntamiento y desde allí influía en el pueblo. Nos contaba que, por su mediación, se le puso una calle a Pío Baroja. Don Pío estuvo en Cestona de médico. Lo cita en la novela 'César o nada'. Se entusiasmaba por ese gesto hacia el escritor vasco, regondeándose con el odio que despertó entre la clerigalla. Decía que el alcalde recibió cartas amenazantes de los jesuitas. 

-El pobre alcalde estuvo acojonado... ¡Que se jodan los jesuitas! La calle nombrada... ahí está. Y para siempre.

De tres hijos que tuvo uno se le ahogó en una presa. En Cestona, creo. Dos le quedaron: hija e hijo. De la hija no guardo en la memoria mas que dos cosas: la guapura y que se iba a casar con una persona acomodada del pueblo. Del hijo, Juan Sánchez Sierra, si: era pequeño, cara cetrina, mirar atravesado, antipático, obrero en una fábrica o algo así. Creo que nunca nos dirigió la palabra, ni a Joaquín ni a mi. Sabía y hablaba euskera. Txiquiteaba en cuadrilla. Como cualquier cestuarra de toda la vida. Afiliado al sindicato ELA. Años después supe que, a don Juan, ETA le tiró unos tiros. Para asustarlo, comentaron. Objetivo: que se largara de Euskadi. Y retornó a Salamanca. Inmediatamente, según me dijeron. 


Mas tarde su hijo sería asesinado por ETA. No sé por qué. Me refiero a qué razones arguyó esta organización para matarlo. Una tragedia tremenda para esa familia, supongo. No supe nunca mas de don Juan. Tenía gracia hablando y le gustaba la caza.

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lunes, 8 de enero de 2007

Jacinto Barrio: ROJOS ATARDECERES TRAS LAS MONTAÑAS DEL OESTE


ROJOS ATARDECERES

Por Jacinto Barrio

A pesar de los muchos años transcurridos tengo vivo aún el recuerdo de Arconada y conservo una fotografía(1): estamos el arquitecto Luis La­casa, Soledad Sancha, su esposa; el matrimonio chileno Venturelli, César M. Arconada y un ser­vidor.
Llegó a Pekín en 1956 por un periodo de cua­tro meses. Fue el primero de los invitados por Luis Lacasa a visitar la capital china. Supongo que la invitación fue cursada por la Asociación de escrito­res de la URSS. Lacasa, que fue el arquitecto que construyó la Ciudad Universitaria, conocía a fondo a Arconada con anterioridad a la Guerra Ci­vil. Eran amigos y compañeros de brega en las con­tiendas en pro de la República. Tanto el uno como el otro tenían de común su valía y su modestia. La­casa era el máximo representante del Partido Co­munista de España en la República Popular China, y como tal muy bien considerado en los me­dios del Partido Comunista de China. Más ade­lante serían invitados María Teresa León y Rafael Alberti y otros exiliados españoles.
Había nacido en 1898 en Astudillo –Palen­cia- villa en la que la historia dejó huella. En ella re­cibió María Pacheco de Padilla la noticia de la de­rrota de su marido Juan Padilla, al que degollarían el 23 de abril 1521 en Villalar. Ella se hizo fuerte en Toledo.
Con el tiempo, César Arconada se converti­ría en la figura más destacada de la intelectualidad li­teraria española en los años treinta: fue crítico musi­cal y cinematográfico; autor de uno de los prime­ros análisis del compositor Debussy; escribió novelas como “La turbina” (1930), “Los pobres co­ntra los ricos” (1933), “Reparto de tierras” (1934), en las cuales queda reflejada la aldea espa­ñola en el periodo de auge revolucionario del campe­sinado español; autor teatral; militante revolu­cionario desde 1931; durante la revolución de octu­bre de 1934, corresponsal en Asturias; y en 1938 re­cibió el Premio Nacional de Literatura por la no­vela Río Tajo.
En 1939 se exilió a la Unión Soviética. Fue di­rector de la edición española de “Literatura Sovié­tica” en la que publicaba numerosos artículos y poesías y estaba vinculado también a la Editorial “Progress” de Lenguas Extranjeras. Eran las fuentes de sus emolumentos, que le permitían vivir con cierta holgura, dentro de las limitaciones existen­tes en aquel país. Escribió un drama teatral de poco relieve “Manuela Sánchez” (que se puso en escena en algún teatro y trasmitida en fragmentos por Radio Moscú y por la emisora Radio España Independiente, en el periodo moscovita de la misma) y “España invencible”; pero paulatina­mente su actividad creadora casi se extingue.
Me pregunta el director de Caminar cono­ciendo si esta casi extinción se debió al desaliento o a divergencias ideológicas. No lo sé... Puedo imagi­narme que, como a la gran mayoría de emigrados en la Unión Soviética, al primer periodo de entu­siasmo, seguiría, en su interior, una etapa de desen­canto del socialismo en construcción, lejano de la idea que nos habíamos hecho de la propaganda de la revista “La URSS en Construcción”, pero no lo sé, no lo conocía tanto... Aunque yo me inclino a que el desánimo de César M. Arconada pudo obe­decer más a causas físicas, al cansancio por un tra­bajo agotador, su poco contacto con la naturaleza y falta de ejercicio físico, más que ha discrepancias ideológicas. Era lo suficientemente inteligente como para comprender las nefastas consecuencias que ello podía acarrearle. Y en cuanto a los desacuerdos inter­nos con la política del P.C. de España... no le conocí, como tal, en el seno de las divisiones que se produjeron en la emigración.
La Enciclopedia Soviética recoge una nota­ble reseña de la actividad y la vida del escritor. Se­ñala que en la creación de Arconada ejercieron gran influencia los escritores soviéticos Máximo Gorki, Kostantin Fedin, y otros. Tradujo, junto con F. Khelin al español la obra “Canción a las huestes de Igor”, una serie de poemas de Pushkin, Lérmontov, Nekrasov. También lo hizo con mu­chos poemas de soviéticos contemporáneos(2).
Casó con la exiliada balear María Cánovas, que era bastante más joven él. María, cuando llega­mos a la Unión Soviética en 1939, era casi una niña, de extraordinaria belleza, natural de Baleares, y de habla bilingüe; estuvo casada con un español y tenía un hijo del que no tuve más referencia; domi­naba el ruso y era aficionada a la poesía; pintiparada para un hombre como César y en la que tuvo una in­teligente colaboradora. Renacen en él facetas de su actividad artística creadora de otros tiempos; vuelve a escribir críticas de teatro; y pone en escena, en el teatro “Romen”, “La Gitanilla” de Cervantes, “La zapatera prodigiosa” de Federico García Lorca.
Tuve la satisfacción de acompañar a César Ar­conada, en visita a lugares notables de la capital china. Y le llamó poderosamente la atención, al atar­decer, las puestas de sol tras las montañas del oeste (3). Y ese sol rojo, incandescente, nos hizo recordar a ambos las puestas de sol tras las monta­ñas de Gredos. Y le recordé que eran las famosas puestas de sol del paralelo 40; paralelo que pasa por Pekín (3), y también muy cerca Madrid, al sur, por Aranjuez. Surgió de su mente un hermoso poema: “El 40 Paralelo, de Pekín a Madrid”. Siento no haberlo encontrado en esta ocasión.
El poema fue transmitido desde Radio Pekín en numerosas ocasiones. Años después, a nuestro re­greso a Moscú, llevé un regalo de artesanía china para el autor del “40 Paralelo”. Era un escritorio de la llamada “piedra jabonosa” china, para que si­guiera escribiendo, y mojando en él su pluma, a modo de pincel. Era mi ofrenda en acción de gracias por su mensaje de amor a Madrid.
Fue muy de su agrado y lo demostró con cáli­das palabras.
Recuerdo que estaba presente una de las mejo­res colaboradoras de Muñoz Arconada, Pe­pita Ganivet..., ¡ah, qué recuerdos!... Era sobrina carnal del escritor y diplomático granadino Ángel Ganivet, de la generación del 98. Se llamaba Josefa López Ganivet, pero el apellido “López” fue desca­balgado por el empuje del otro ilustre apellido “Gani­vet”. Era hermana, por tanto, de Isabel y de Francisco Ganivet, este último, uno de los jefes mi­litares que tuvo el 5º Regimiento. Maestra Na­cional, gran conocedora del castellano, redactora de la Editorial “Progress”... Bueno, pues a Pepita Ganivet -como la conocíamos en Moscú- le pareció regalo excesivo por mi parte.
--“No tienes razón –objeté- Arconada es ad­mirado por toda la emigración española en la U.R.S.S. No sólo por su talento literario y artístico, sino por su modestia y sencillez, por su grandeza humana”.
Murió en Moscú, en la primavera de 1964.
Fue un pedazo de España que se nos fue.

En 1949 Arconada pulsó la cuerda de sus versos, con motivo de una enfermedad muy grave de Pasionaria, saturados de nostalgia pa­tria, de los que extraigo algunos versos:

¡Vive Dolores!


¡Qué dolor, aquel día, camaradas,


qué sobresalto ahogaba los latidos,

qué nube empañó las alegrías cuando dijeron:

está nuestra Dolores en peligro!

.......................................

... a la orilla del Tajo, un ruiseñor

expresaba su pena en dulces trinos

y en Aragón, bajo la mirada,

por no mirar, un viejo campesino,

y en Bilbao, un obrero junto al yunque,

su angustia repicaba en el martillo,

y en cualquier fría sierra de Castilla,

en el regazo de la madre, un niño,

pedía que le hablaran de Dolores,

porque ella era canción en sus oídos...”

¡Qué dolor por los valles y los montes,

qué dolor por valles y caminos

qué dolor por los viejos olivares

qué trémulo dolor llevan los ríos...!


Todavía recuerda una anciana exiliada, Pe­pita, viuda del escritor valenciano exiliado, José Santacreux, la visita que hicieron a César Arconada enfermo en un sanatorio de Moscú. Sabedor de que ellos eran de aquella tierra, tuvo la gentileza de dedicarles un verso que llevaba por título: “Naranja de Gandía” que posiblemente fuera el último que salió de su pluma.

NOTAS: (1) La fotografía muestra la visita a una exposición en Pekín de Luis Lacasa, Soledad Sancha, el matrimonio Venture­lli, César Muñoz Arconada y Jacinto Barrio.
(2) Según una fuente muy autorizada, como Soledad Sancha, “a Arconada no le quisieron publicar su volumen de poe­sías porque no había escrito nada sobre la Unión Soviética.”
(3) Puesta de sol en el Paralelo 40 pekinés. Vista tomada desde el hogar, en Pekín, de Luis Lacasa.



TOMADO DE LAS PÁGINAS 17 y 18 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 9

ARCONADA EN LAS AVANZADAS DEL CINE



EN LAS AVANZADAS DEL CINE

Por Andrés Linares(*)

Al igual que otras muchas figuras de la cultura española de su época, la de César M. Arconada (Astudillo, Palencia, 1898 / Moscú 1964) ha sufrido lo que podríamos calificar de doble eclipsamiento: el primero, cuando todavía vivía, porque al tratarse de un intelectual de izquierda, claramente com­prometido con la causa de II República, des­apareció, sin más, de las antologías so­bre Literatura y de los libros de Cine du­rante el largo período franquista; el se­gundo, porque al fallecer prematuramente en el exilio, no tuvo la oportunidad de regre­sar a España, ni de ser objeto de la reha­bilitación e incluso recuperación oficial de su figura que si se ha dado en el caso de otros autores, algunos de ellos con menores méritos que los suyos.
Reflejo de este eclipsamiento es el hecho de que, a pesar de haberse cumplido en el 1998 el centenario de su nacimiento, éste haya pasado inadvertido no solo en el mundo de la Cultura y el del Cine, de por sí olvidadizos, sino incluso en las filas del PCE, en el que militó hasta su muerte, y que no se le haya dedicado ni un acto, ni una sola línea a recordar su memoria.
Personaje polifacético, al que podría calificarse de auténtico “hombre renacen­tista” por la amplitud y variedad de sus co­nocimientos, Arconada se dedica desde fe­cha temprana al periodismo y trabaja en el Diario Palentino; de 1923 a 1926 es crítico musical de la revista Alfar ( La Coruña ). En ese último año publica En torno a Debussy. Desde su salida ( 1927) es asiduo colabora­dor de La Gaceta Literaria de la que llega a ser redactor-jefe. En 1928 aparece su primer libro de poemas, Urbe... Arconada destacó en muy distintos campos de le creación y el pensamiento: en la novela, por citar solo una, “La Turbina”, muy en la línea del lla­mado “realismo socialista” tan en boga du­rante los años treinta, y cuyo interés y cali­dad están pidiendo a gritos una reedición.
Animado por este espíritu, Arco­nada decidió saltar a la palestra y conver­tirse en editor para poder sacar a la luz las obras que consideraba relevantes, y fundó Ediciones Ulises, a la sombra de la Compa­ñía Iberoamericana de Publicacio­nes, junto con Julio Gómez de la Serna, hermano menor de Ramón, y ya entonces conocido traductor, y de José Lo­renzo.
A modo de anécdota, y para revelar el grado de curiosidad intelectual y de “olfato” de Ar­conada como editor, conviene señalar que fue él quien convenció a Lorca, siem­pre reticente a dar sus poemas a la imprenta, para que en el otoño de 1930, entregase a Ediciones Ulises una serie de poesías sobre tema taurino, que se convertirían en “Sol y sombra”.
También a partir de 1930 hace crítica de cine en el semanario Nosotros y publica su primera novela, la ya citada “La tur­bina”, a la que siguen “Los pobres contra los ricos” (1933) y “Reparto de tierras” (1934)....
Pero, como sobre la faceta literaria de Ar­conada ya se hablará, creo, de manera más amplia en “CAMINAR CONOCIENDO”, nosotros en éste nos centraremos en César M. Arconada como hombre de cine, campo en el que destacó sobre todo en cali­dad de teórico, como articulista y crítico, aunque tampoco desdeñó la praxis, como demuestra su colaboración con uno de los primeros intentos de realizar a cabo un tipo de cine documental y de agitación, muy pe­gado al terreno, a los avatares del momento, el que propició la creación de la productora “Films Popular”, estrechamente ligada al PCE, y que du­rante el período republicano, y en especial el de la guerra civil, realizó numerosos cor­tos y mediometrajes, en algunos de los cua­les participaría Arconada en calidad de guionista.
Como es sabido, los treinta fueron un período de gran efervescencia en la vida cul­tural española, y muchos de los integran­tes de movimientos y grupos como el de la Generación del 27 mostraron un gran inte­rés por una forma relativamente nueva de ex­presión artística que justo en aquellos mo­mentos estaba experimentando la transi­ción desde la plenitud del mudo a los prime­ros balbuceos del sonoro. Es notable el interés del que quizás contagiados por Bu­ñuel ya durante su estancia en la Residen­cia de Estudiantes dieron muestra Dalí o el propio Lorca, quien no dudó en ponerse ante la cámara como uno de los acto­res del grupo “La Barraca”, lo que ha permitido conservar las únicas imágenes en movimiento de que se dispone del autor gra­nadino. También Alberti reveló un más que notable interés por el cine, en concreto por los cómicos norteamericanos del mudo, a los que dedicó algún poema, como “Soy un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”, y de manera muy especial por uno al que en España se conocía como “Pampli­nas”, y que le inspiró su “Paseo con Búster Keaton”.
Muy identificado con estos artistas, Arconada contribuyó a fundar con algunos de ellos, y con otros, como Ernesto Jimé­nez Caballero, el primer cine-club de Es­paña, el famoso “Cine-Club Universita­rio”, cuyas proyecciones de los primeros tí­tulos del cine de vanguardia francés o del cine soviético de aquellos años tanto contri­buirían a fomentar el interés por el lenguaje cinematográfico entre la “intelligentsia” es­pañola, y se sintió fascinado por figuras como Chaplin, Keaton, a los que dedicó uno de sus libros más conocidos, “Tres Có­micos del Cine”, todavía considerado por al­gunos como el análisis más penetrante y la valoración más justa de todo lo que estos tres genios aportaron a la evolución del sép­timo arte, o por la de Greta Garbo, por aquel entonces en los inicios de su carrera, a la que dedicó una biografía imaginaria, to­talmente inventada, que paradójicamente pasa por ser el mejor retrato de la actriz que se haya escrito jamás, y que sería traducida a varios idiomas.
Desgraciadamente, la derrota de la II República obligó a Arconada a unirse a lo que se llamó “la España peregrina”, a los numerosos intelectuales, profesores, científi­cos y artistas que tuvieron que partir al exilio, siempre con la idea de regresar a su país lo antes posible. Arconada se instala­ría en Moscú, donde colaboraría con la Editorial Progreso y con Radio España Independiente.Allí compartiría los largos y duros años de exilio con otras figuras destacadas del bando republicano, como Constancia de Mora y Aragón, que a pesar de su ori­gen aristocrático fue ferviente republicana y víctima de un eclipsamiento parecido al de Arconada, ya que su autobiografía “Doble esplendor” es sin duda alguna una obra de enorme interés, el equivalente desde el punto de vista femenino de “La forja de un rebelde”, de Barea.
En Moscú fallecerían ambos, sin ver consumado su anhelo de regresar a España, sin que su obra pudiera ser conocida y apre­ciada en su propio país.De hecho hubo que esperar hasta 1973 para que una editorial modesta, como Castellote Editor, reeditase en España los dos libros más conocidos de Arconada, “Tres cómicos del cine” y “Vida de Greta Garbo”, hoy ya inencontrables. Del prólogo al primero de ellos, obra de los hermanos Pérez Merinero, extrae­mos los siguientes párrafos que, aunque de manera tardía, pretenden rendir homenaje a la figura de Arconada y a su obra como teó­rico y analista del cine:“Como tantos otros jóvenes intelec­tuales de su tiempo, sobre todo de los de “La Gaceta Literaria”, Arconada sintió pa­sión por el arte que nacía con ellos. Eran “ci­nematófilos” y al cine, con mayor o me­nor intensidad, dedicaron páginas espléndi­das. De los hombres de “La Gaceta”, tres son los que destacaron en cuanto a labor ci­nematográfica se refiere: Buñuel, Juan Pi­queras y Arconada, que fue a nuestro jui­cio uno de los que más lúcidamente se en­frentó con el fenómeno. Si Buñuel dio el salto a la práctica y Piqueras fue el gran or­ganizador, Arconada se nos presenta como el escritor y crítico cinematográfico par ex­cellence. Sin embargo, Arconada no fue un crí­tico especializado. La especialización, en cualquier faceta, le venía estrecha.
Escribió sobre cine a lo largo de ocho o nueve años, y aunque su producción aparte de sus dos li­bros ya citados no sea extensa, es brillante y densa, al tiempo que refleja sus actitudes vi­tales e ideológicas.. Si hubiésemos de aislar dos momen­tos en el recorrido cinematográfico de Arco­nada que nos diesen una visión, no por esquemática menos real, de su evolu­ción en la concepción del cinema, elegiría­mos sin dudarlo, Posesión lírica de Greta Garbo (1928) y Hacia un cinema proleta­rio (1933). El primero, que corresponde a su período de, digamos, literato puro, es un texto muy elaborado y bello, pleno de hechizo, pasión y fuego, y que nos comu­nica una Greta Garbo fantasmal, hecha de sombras, que como todas las vidas que vi­ven en la pantalla no puede ser aprehendida, menos aún poseída.
Dos libros nos dan una visión del camino recorrido por Arconada en torno al cine: Posesión lírica de Greta Garbo (1928) y Hacia un cinema proleta­rio (1933
A pesar de esta eviden­cia, Arconada, como buen fan enamora­dizo, intenta la posesión por el más accesi­ble (e inútil) camino de la lírica. Hacia un cinema proletario se inserta dentro de los propósitos de la revista Nuestro Cinema ( 1932-1935) por elaborar las bases de / para un cinema proletario. El articulo, amén de preguntarse sobre lo que el tal cinema prole­tario debe ser, es ante todo una interrogante ( y una respuesta) sobre la actitud y el rol del intelectual que pasa a las filas del proleta­riado. Este artículo de Arconada es a nuestro juicio uno de los de mayor altura y rigor de los publicados en Nuestro Ci­nema, revista muy sobrevalorada, en la que la superficialidad y graves carencias meto­dológicas eran las notas dominantes.
Para terminar, unas palabras sobre “Tres cómicos del cine”. Es éste un libro fronterizo, próximo, sin embargo, a las zo­nas líricas del espectro. El método que sigue Arconada tanto en éste como en su “Vida de Greta Garbo”, es crear (inventar) a par­tir de fragmentos de la cotidianeidad del per­sonaje, y no solo del personaje, sino tam­bién a partir de lo cotidiano todo, el per­sonaje mismo, mito al que nos devuelve. Pero si en “Vida de Greta Garbo” lo coti­diano y su reelaboración/”posesión” devie­nen en deshumanización (del personaje, se entiende), en “Tres cómicos del cine”, si­tuado en efecto en una etapa fronteriza, en la que Arconada cuestiona desde el interior sus fundamentos estilísticos, su acerca­miento a la cotidianeidad del personaje de­viene en humanización del mismo. Finalmente, digamos que el origen de “Tres cómicos del cine” está en un proyecto editorial, que no dudamos en calificar de histórico; “unión del cine con la joven litera­tura”, dirigido por Piqueras, que no ad­quirió consistencia, debido al parecer a la retirada del socio capitalista. Este proyecto, Figuras del cinema, planteaba la publica­ción quinquenal de pequeños libros “a pre­cios populares” de biografía y crítica de las principales “estrellas” del cinema.
el origen de “Tres cómicos del cine” está en un proyecto editorial, que no dudamos en calificar de histórico; “unión del cine con la joven litera­tura”,
En el nú­mero 77 (1 de marzo de 1930) de La Ga­ceta Literaria una nota anónima que infor­maba del proyecto señalaba: “A medida que se vayan publicando estos pequeños volúme­nes se irá viendo como la joven lite­ratura interpreta, con estilo cinematográfico y personal, las diversas figuras del cinema. Será una experiencia animosa y, desde luego, vislumbrante de promesas”. El proyecto, como declaramos, la­mentablemente no cuajó. El libro sobre Clara Bow, que debía abrir la serie, fue el único, que sepamos, que se materializó, y se­ría incluido meses más tarde en el libro “Tres cómicos del cine”, que hoy, gozosa­mente, se reedita”. Teniendo en cuenta que hace solo dos años se producía el centenario de su na­cimiento, no estaría de más que, aparte de dedicarle íntegro este número de la Revista, se propiciara la celebración de algún home­naje que, aunque algo tardío, restituyese la memoria de la obra de Arconada y diese a conocer su figura a las nuevas generaciones.

(*)Andrés Linares: director de cine

(DE LAS PÁGINAS 26, 27 y 28 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO')