lunes, 8 de enero de 2007

Jacinto Barrio: ROJOS ATARDECERES TRAS LAS MONTAÑAS DEL OESTE


ROJOS ATARDECERES

Por Jacinto Barrio

A pesar de los muchos años transcurridos tengo vivo aún el recuerdo de Arconada y conservo una fotografía(1): estamos el arquitecto Luis La­casa, Soledad Sancha, su esposa; el matrimonio chileno Venturelli, César M. Arconada y un ser­vidor.
Llegó a Pekín en 1956 por un periodo de cua­tro meses. Fue el primero de los invitados por Luis Lacasa a visitar la capital china. Supongo que la invitación fue cursada por la Asociación de escrito­res de la URSS. Lacasa, que fue el arquitecto que construyó la Ciudad Universitaria, conocía a fondo a Arconada con anterioridad a la Guerra Ci­vil. Eran amigos y compañeros de brega en las con­tiendas en pro de la República. Tanto el uno como el otro tenían de común su valía y su modestia. La­casa era el máximo representante del Partido Co­munista de España en la República Popular China, y como tal muy bien considerado en los me­dios del Partido Comunista de China. Más ade­lante serían invitados María Teresa León y Rafael Alberti y otros exiliados españoles.
Había nacido en 1898 en Astudillo –Palen­cia- villa en la que la historia dejó huella. En ella re­cibió María Pacheco de Padilla la noticia de la de­rrota de su marido Juan Padilla, al que degollarían el 23 de abril 1521 en Villalar. Ella se hizo fuerte en Toledo.
Con el tiempo, César Arconada se converti­ría en la figura más destacada de la intelectualidad li­teraria española en los años treinta: fue crítico musi­cal y cinematográfico; autor de uno de los prime­ros análisis del compositor Debussy; escribió novelas como “La turbina” (1930), “Los pobres co­ntra los ricos” (1933), “Reparto de tierras” (1934), en las cuales queda reflejada la aldea espa­ñola en el periodo de auge revolucionario del campe­sinado español; autor teatral; militante revolu­cionario desde 1931; durante la revolución de octu­bre de 1934, corresponsal en Asturias; y en 1938 re­cibió el Premio Nacional de Literatura por la no­vela Río Tajo.
En 1939 se exilió a la Unión Soviética. Fue di­rector de la edición española de “Literatura Sovié­tica” en la que publicaba numerosos artículos y poesías y estaba vinculado también a la Editorial “Progress” de Lenguas Extranjeras. Eran las fuentes de sus emolumentos, que le permitían vivir con cierta holgura, dentro de las limitaciones existen­tes en aquel país. Escribió un drama teatral de poco relieve “Manuela Sánchez” (que se puso en escena en algún teatro y trasmitida en fragmentos por Radio Moscú y por la emisora Radio España Independiente, en el periodo moscovita de la misma) y “España invencible”; pero paulatina­mente su actividad creadora casi se extingue.
Me pregunta el director de Caminar cono­ciendo si esta casi extinción se debió al desaliento o a divergencias ideológicas. No lo sé... Puedo imagi­narme que, como a la gran mayoría de emigrados en la Unión Soviética, al primer periodo de entu­siasmo, seguiría, en su interior, una etapa de desen­canto del socialismo en construcción, lejano de la idea que nos habíamos hecho de la propaganda de la revista “La URSS en Construcción”, pero no lo sé, no lo conocía tanto... Aunque yo me inclino a que el desánimo de César M. Arconada pudo obe­decer más a causas físicas, al cansancio por un tra­bajo agotador, su poco contacto con la naturaleza y falta de ejercicio físico, más que ha discrepancias ideológicas. Era lo suficientemente inteligente como para comprender las nefastas consecuencias que ello podía acarrearle. Y en cuanto a los desacuerdos inter­nos con la política del P.C. de España... no le conocí, como tal, en el seno de las divisiones que se produjeron en la emigración.
La Enciclopedia Soviética recoge una nota­ble reseña de la actividad y la vida del escritor. Se­ñala que en la creación de Arconada ejercieron gran influencia los escritores soviéticos Máximo Gorki, Kostantin Fedin, y otros. Tradujo, junto con F. Khelin al español la obra “Canción a las huestes de Igor”, una serie de poemas de Pushkin, Lérmontov, Nekrasov. También lo hizo con mu­chos poemas de soviéticos contemporáneos(2).
Casó con la exiliada balear María Cánovas, que era bastante más joven él. María, cuando llega­mos a la Unión Soviética en 1939, era casi una niña, de extraordinaria belleza, natural de Baleares, y de habla bilingüe; estuvo casada con un español y tenía un hijo del que no tuve más referencia; domi­naba el ruso y era aficionada a la poesía; pintiparada para un hombre como César y en la que tuvo una in­teligente colaboradora. Renacen en él facetas de su actividad artística creadora de otros tiempos; vuelve a escribir críticas de teatro; y pone en escena, en el teatro “Romen”, “La Gitanilla” de Cervantes, “La zapatera prodigiosa” de Federico García Lorca.
Tuve la satisfacción de acompañar a César Ar­conada, en visita a lugares notables de la capital china. Y le llamó poderosamente la atención, al atar­decer, las puestas de sol tras las montañas del oeste (3). Y ese sol rojo, incandescente, nos hizo recordar a ambos las puestas de sol tras las monta­ñas de Gredos. Y le recordé que eran las famosas puestas de sol del paralelo 40; paralelo que pasa por Pekín (3), y también muy cerca Madrid, al sur, por Aranjuez. Surgió de su mente un hermoso poema: “El 40 Paralelo, de Pekín a Madrid”. Siento no haberlo encontrado en esta ocasión.
El poema fue transmitido desde Radio Pekín en numerosas ocasiones. Años después, a nuestro re­greso a Moscú, llevé un regalo de artesanía china para el autor del “40 Paralelo”. Era un escritorio de la llamada “piedra jabonosa” china, para que si­guiera escribiendo, y mojando en él su pluma, a modo de pincel. Era mi ofrenda en acción de gracias por su mensaje de amor a Madrid.
Fue muy de su agrado y lo demostró con cáli­das palabras.
Recuerdo que estaba presente una de las mejo­res colaboradoras de Muñoz Arconada, Pe­pita Ganivet..., ¡ah, qué recuerdos!... Era sobrina carnal del escritor y diplomático granadino Ángel Ganivet, de la generación del 98. Se llamaba Josefa López Ganivet, pero el apellido “López” fue desca­balgado por el empuje del otro ilustre apellido “Gani­vet”. Era hermana, por tanto, de Isabel y de Francisco Ganivet, este último, uno de los jefes mi­litares que tuvo el 5º Regimiento. Maestra Na­cional, gran conocedora del castellano, redactora de la Editorial “Progress”... Bueno, pues a Pepita Ganivet -como la conocíamos en Moscú- le pareció regalo excesivo por mi parte.
--“No tienes razón –objeté- Arconada es ad­mirado por toda la emigración española en la U.R.S.S. No sólo por su talento literario y artístico, sino por su modestia y sencillez, por su grandeza humana”.
Murió en Moscú, en la primavera de 1964.
Fue un pedazo de España que se nos fue.

En 1949 Arconada pulsó la cuerda de sus versos, con motivo de una enfermedad muy grave de Pasionaria, saturados de nostalgia pa­tria, de los que extraigo algunos versos:

¡Vive Dolores!


¡Qué dolor, aquel día, camaradas,


qué sobresalto ahogaba los latidos,

qué nube empañó las alegrías cuando dijeron:

está nuestra Dolores en peligro!

.......................................

... a la orilla del Tajo, un ruiseñor

expresaba su pena en dulces trinos

y en Aragón, bajo la mirada,

por no mirar, un viejo campesino,

y en Bilbao, un obrero junto al yunque,

su angustia repicaba en el martillo,

y en cualquier fría sierra de Castilla,

en el regazo de la madre, un niño,

pedía que le hablaran de Dolores,

porque ella era canción en sus oídos...”

¡Qué dolor por los valles y los montes,

qué dolor por valles y caminos

qué dolor por los viejos olivares

qué trémulo dolor llevan los ríos...!


Todavía recuerda una anciana exiliada, Pe­pita, viuda del escritor valenciano exiliado, José Santacreux, la visita que hicieron a César Arconada enfermo en un sanatorio de Moscú. Sabedor de que ellos eran de aquella tierra, tuvo la gentileza de dedicarles un verso que llevaba por título: “Naranja de Gandía” que posiblemente fuera el último que salió de su pluma.

NOTAS: (1) La fotografía muestra la visita a una exposición en Pekín de Luis Lacasa, Soledad Sancha, el matrimonio Venture­lli, César Muñoz Arconada y Jacinto Barrio.
(2) Según una fuente muy autorizada, como Soledad Sancha, “a Arconada no le quisieron publicar su volumen de poe­sías porque no había escrito nada sobre la Unión Soviética.”
(3) Puesta de sol en el Paralelo 40 pekinés. Vista tomada desde el hogar, en Pekín, de Luis Lacasa.



TOMADO DE LAS PÁGINAS 17 y 18 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 9

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