lunes, 8 de enero de 2007

ARCONADA EN LAS AVANZADAS DEL CINE



EN LAS AVANZADAS DEL CINE

Por Andrés Linares(*)

Al igual que otras muchas figuras de la cultura española de su época, la de César M. Arconada (Astudillo, Palencia, 1898 / Moscú 1964) ha sufrido lo que podríamos calificar de doble eclipsamiento: el primero, cuando todavía vivía, porque al tratarse de un intelectual de izquierda, claramente com­prometido con la causa de II República, des­apareció, sin más, de las antologías so­bre Literatura y de los libros de Cine du­rante el largo período franquista; el se­gundo, porque al fallecer prematuramente en el exilio, no tuvo la oportunidad de regre­sar a España, ni de ser objeto de la reha­bilitación e incluso recuperación oficial de su figura que si se ha dado en el caso de otros autores, algunos de ellos con menores méritos que los suyos.
Reflejo de este eclipsamiento es el hecho de que, a pesar de haberse cumplido en el 1998 el centenario de su nacimiento, éste haya pasado inadvertido no solo en el mundo de la Cultura y el del Cine, de por sí olvidadizos, sino incluso en las filas del PCE, en el que militó hasta su muerte, y que no se le haya dedicado ni un acto, ni una sola línea a recordar su memoria.
Personaje polifacético, al que podría calificarse de auténtico “hombre renacen­tista” por la amplitud y variedad de sus co­nocimientos, Arconada se dedica desde fe­cha temprana al periodismo y trabaja en el Diario Palentino; de 1923 a 1926 es crítico musical de la revista Alfar ( La Coruña ). En ese último año publica En torno a Debussy. Desde su salida ( 1927) es asiduo colabora­dor de La Gaceta Literaria de la que llega a ser redactor-jefe. En 1928 aparece su primer libro de poemas, Urbe... Arconada destacó en muy distintos campos de le creación y el pensamiento: en la novela, por citar solo una, “La Turbina”, muy en la línea del lla­mado “realismo socialista” tan en boga du­rante los años treinta, y cuyo interés y cali­dad están pidiendo a gritos una reedición.
Animado por este espíritu, Arco­nada decidió saltar a la palestra y conver­tirse en editor para poder sacar a la luz las obras que consideraba relevantes, y fundó Ediciones Ulises, a la sombra de la Compa­ñía Iberoamericana de Publicacio­nes, junto con Julio Gómez de la Serna, hermano menor de Ramón, y ya entonces conocido traductor, y de José Lo­renzo.
A modo de anécdota, y para revelar el grado de curiosidad intelectual y de “olfato” de Ar­conada como editor, conviene señalar que fue él quien convenció a Lorca, siem­pre reticente a dar sus poemas a la imprenta, para que en el otoño de 1930, entregase a Ediciones Ulises una serie de poesías sobre tema taurino, que se convertirían en “Sol y sombra”.
También a partir de 1930 hace crítica de cine en el semanario Nosotros y publica su primera novela, la ya citada “La tur­bina”, a la que siguen “Los pobres contra los ricos” (1933) y “Reparto de tierras” (1934)....
Pero, como sobre la faceta literaria de Ar­conada ya se hablará, creo, de manera más amplia en “CAMINAR CONOCIENDO”, nosotros en éste nos centraremos en César M. Arconada como hombre de cine, campo en el que destacó sobre todo en cali­dad de teórico, como articulista y crítico, aunque tampoco desdeñó la praxis, como demuestra su colaboración con uno de los primeros intentos de realizar a cabo un tipo de cine documental y de agitación, muy pe­gado al terreno, a los avatares del momento, el que propició la creación de la productora “Films Popular”, estrechamente ligada al PCE, y que du­rante el período republicano, y en especial el de la guerra civil, realizó numerosos cor­tos y mediometrajes, en algunos de los cua­les participaría Arconada en calidad de guionista.
Como es sabido, los treinta fueron un período de gran efervescencia en la vida cul­tural española, y muchos de los integran­tes de movimientos y grupos como el de la Generación del 27 mostraron un gran inte­rés por una forma relativamente nueva de ex­presión artística que justo en aquellos mo­mentos estaba experimentando la transi­ción desde la plenitud del mudo a los prime­ros balbuceos del sonoro. Es notable el interés del que quizás contagiados por Bu­ñuel ya durante su estancia en la Residen­cia de Estudiantes dieron muestra Dalí o el propio Lorca, quien no dudó en ponerse ante la cámara como uno de los acto­res del grupo “La Barraca”, lo que ha permitido conservar las únicas imágenes en movimiento de que se dispone del autor gra­nadino. También Alberti reveló un más que notable interés por el cine, en concreto por los cómicos norteamericanos del mudo, a los que dedicó algún poema, como “Soy un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”, y de manera muy especial por uno al que en España se conocía como “Pampli­nas”, y que le inspiró su “Paseo con Búster Keaton”.
Muy identificado con estos artistas, Arconada contribuyó a fundar con algunos de ellos, y con otros, como Ernesto Jimé­nez Caballero, el primer cine-club de Es­paña, el famoso “Cine-Club Universita­rio”, cuyas proyecciones de los primeros tí­tulos del cine de vanguardia francés o del cine soviético de aquellos años tanto contri­buirían a fomentar el interés por el lenguaje cinematográfico entre la “intelligentsia” es­pañola, y se sintió fascinado por figuras como Chaplin, Keaton, a los que dedicó uno de sus libros más conocidos, “Tres Có­micos del Cine”, todavía considerado por al­gunos como el análisis más penetrante y la valoración más justa de todo lo que estos tres genios aportaron a la evolución del sép­timo arte, o por la de Greta Garbo, por aquel entonces en los inicios de su carrera, a la que dedicó una biografía imaginaria, to­talmente inventada, que paradójicamente pasa por ser el mejor retrato de la actriz que se haya escrito jamás, y que sería traducida a varios idiomas.
Desgraciadamente, la derrota de la II República obligó a Arconada a unirse a lo que se llamó “la España peregrina”, a los numerosos intelectuales, profesores, científi­cos y artistas que tuvieron que partir al exilio, siempre con la idea de regresar a su país lo antes posible. Arconada se instala­ría en Moscú, donde colaboraría con la Editorial Progreso y con Radio España Independiente.Allí compartiría los largos y duros años de exilio con otras figuras destacadas del bando republicano, como Constancia de Mora y Aragón, que a pesar de su ori­gen aristocrático fue ferviente republicana y víctima de un eclipsamiento parecido al de Arconada, ya que su autobiografía “Doble esplendor” es sin duda alguna una obra de enorme interés, el equivalente desde el punto de vista femenino de “La forja de un rebelde”, de Barea.
En Moscú fallecerían ambos, sin ver consumado su anhelo de regresar a España, sin que su obra pudiera ser conocida y apre­ciada en su propio país.De hecho hubo que esperar hasta 1973 para que una editorial modesta, como Castellote Editor, reeditase en España los dos libros más conocidos de Arconada, “Tres cómicos del cine” y “Vida de Greta Garbo”, hoy ya inencontrables. Del prólogo al primero de ellos, obra de los hermanos Pérez Merinero, extrae­mos los siguientes párrafos que, aunque de manera tardía, pretenden rendir homenaje a la figura de Arconada y a su obra como teó­rico y analista del cine:“Como tantos otros jóvenes intelec­tuales de su tiempo, sobre todo de los de “La Gaceta Literaria”, Arconada sintió pa­sión por el arte que nacía con ellos. Eran “ci­nematófilos” y al cine, con mayor o me­nor intensidad, dedicaron páginas espléndi­das. De los hombres de “La Gaceta”, tres son los que destacaron en cuanto a labor ci­nematográfica se refiere: Buñuel, Juan Pi­queras y Arconada, que fue a nuestro jui­cio uno de los que más lúcidamente se en­frentó con el fenómeno. Si Buñuel dio el salto a la práctica y Piqueras fue el gran or­ganizador, Arconada se nos presenta como el escritor y crítico cinematográfico par ex­cellence. Sin embargo, Arconada no fue un crí­tico especializado. La especialización, en cualquier faceta, le venía estrecha.
Escribió sobre cine a lo largo de ocho o nueve años, y aunque su producción aparte de sus dos li­bros ya citados no sea extensa, es brillante y densa, al tiempo que refleja sus actitudes vi­tales e ideológicas.. Si hubiésemos de aislar dos momen­tos en el recorrido cinematográfico de Arco­nada que nos diesen una visión, no por esquemática menos real, de su evolu­ción en la concepción del cinema, elegiría­mos sin dudarlo, Posesión lírica de Greta Garbo (1928) y Hacia un cinema proleta­rio (1933). El primero, que corresponde a su período de, digamos, literato puro, es un texto muy elaborado y bello, pleno de hechizo, pasión y fuego, y que nos comu­nica una Greta Garbo fantasmal, hecha de sombras, que como todas las vidas que vi­ven en la pantalla no puede ser aprehendida, menos aún poseída.
Dos libros nos dan una visión del camino recorrido por Arconada en torno al cine: Posesión lírica de Greta Garbo (1928) y Hacia un cinema proleta­rio (1933
A pesar de esta eviden­cia, Arconada, como buen fan enamora­dizo, intenta la posesión por el más accesi­ble (e inútil) camino de la lírica. Hacia un cinema proletario se inserta dentro de los propósitos de la revista Nuestro Cinema ( 1932-1935) por elaborar las bases de / para un cinema proletario. El articulo, amén de preguntarse sobre lo que el tal cinema prole­tario debe ser, es ante todo una interrogante ( y una respuesta) sobre la actitud y el rol del intelectual que pasa a las filas del proleta­riado. Este artículo de Arconada es a nuestro juicio uno de los de mayor altura y rigor de los publicados en Nuestro Ci­nema, revista muy sobrevalorada, en la que la superficialidad y graves carencias meto­dológicas eran las notas dominantes.
Para terminar, unas palabras sobre “Tres cómicos del cine”. Es éste un libro fronterizo, próximo, sin embargo, a las zo­nas líricas del espectro. El método que sigue Arconada tanto en éste como en su “Vida de Greta Garbo”, es crear (inventar) a par­tir de fragmentos de la cotidianeidad del per­sonaje, y no solo del personaje, sino tam­bién a partir de lo cotidiano todo, el per­sonaje mismo, mito al que nos devuelve. Pero si en “Vida de Greta Garbo” lo coti­diano y su reelaboración/”posesión” devie­nen en deshumanización (del personaje, se entiende), en “Tres cómicos del cine”, si­tuado en efecto en una etapa fronteriza, en la que Arconada cuestiona desde el interior sus fundamentos estilísticos, su acerca­miento a la cotidianeidad del personaje de­viene en humanización del mismo. Finalmente, digamos que el origen de “Tres cómicos del cine” está en un proyecto editorial, que no dudamos en calificar de histórico; “unión del cine con la joven litera­tura”, dirigido por Piqueras, que no ad­quirió consistencia, debido al parecer a la retirada del socio capitalista. Este proyecto, Figuras del cinema, planteaba la publica­ción quinquenal de pequeños libros “a pre­cios populares” de biografía y crítica de las principales “estrellas” del cinema.
el origen de “Tres cómicos del cine” está en un proyecto editorial, que no dudamos en calificar de histórico; “unión del cine con la joven litera­tura”,
En el nú­mero 77 (1 de marzo de 1930) de La Ga­ceta Literaria una nota anónima que infor­maba del proyecto señalaba: “A medida que se vayan publicando estos pequeños volúme­nes se irá viendo como la joven lite­ratura interpreta, con estilo cinematográfico y personal, las diversas figuras del cinema. Será una experiencia animosa y, desde luego, vislumbrante de promesas”. El proyecto, como declaramos, la­mentablemente no cuajó. El libro sobre Clara Bow, que debía abrir la serie, fue el único, que sepamos, que se materializó, y se­ría incluido meses más tarde en el libro “Tres cómicos del cine”, que hoy, gozosa­mente, se reedita”. Teniendo en cuenta que hace solo dos años se producía el centenario de su na­cimiento, no estaría de más que, aparte de dedicarle íntegro este número de la Revista, se propiciara la celebración de algún home­naje que, aunque algo tardío, restituyese la memoria de la obra de Arconada y diese a conocer su figura a las nuevas generaciones.

(*)Andrés Linares: director de cine

(DE LAS PÁGINAS 26, 27 y 28 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO')

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