miércoles, 26 de octubre de 2011

Euskadi, ETA: Recuerdos personales (3)


En Cestona conocí a Nazario. No recuerdo el apellido. Un joven al que, por hacer una huelga y participar en protestas contra el régimen franquista, juzgaron y condenaron al destierro, con 15, 16 o 17 años (no recuerdo tantos detalles), a no sé cuantos cientos de kilómetros de Euskadi. Otros muchos corrieron la misma suerte. O eso me contaron. La Guardia Civil lo dejó en medio de la plaza de un pueblo extremeño. Solo. Acojonado. Con la cabeza gacha y mirando de reojo alrededor. Nadie. Por ninguna parte. 

Pasado un tiempo, poco, un hombre se le acerca preguntándole el por qué de su situación; de si era un criminal, o un asesino, o un ladrón... Cuando Nazario le contó la verdad sobre la represión franquista en Euskadi, este hombre le dijo:

-Ven a mi casa. Yo soy republicano y sé bastante de penalidades. Tendrás cama y comida. Y sabrás ganártelas.

A su regreso a Euskadi se hizo de ETA. Luego, en una excisión, se inclinó por ETA (político militar). Los llamados polimilis. 
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Nazario, un día que estábamos hablando en la plaza, frente al Bar Coyote, me señaló a dos hombres que hablaban en medio de la plaza. Uno era médico y el otro farmaceútico.

-Mira, esos son unos puristas: están hablando en el euskera del siglo XVI o XVII.  Seguro que escandalizados porque estoy charlando contigo, con un beltza.

-¿Un beltza qué es?

-Un negro. Los de fuera son beltzas. Así piensan los racistas del PNV.

Sobre esto de los puristas me ocurrió una cosa curiosa. Yo, cuando llegué a esa nacionalidad española llamada Euskadi, sabía de su idioma tres palabra: harri eta herri (piedra y pueblo) Título de un libro de un tal Gabriel Aresti. Lo había leído en el diario Ya. Retuve estas tres palabras. Luego leí una poesía del mismo Aresti de un librito-antología -contenía poemas en castellano y en los otros tres idiomas españoles: euskera, gallego y catalán-  que había comprado en Zamora. Solo recuerdo el nombre de la colección: Saco Roto. Pues bien, me gustó y la aprendí de memoria. Se la recité a algunos vecinos de Cestona que alabaron mi pronunciación. Me gustaba esa poesía y me gusta aun. Pero una vez que la recité hubo uno que dijo con desprecio:

-¡Bah! 'Kontra, kontra'. ¡Vaya mierda! Eso es castellano. Se dice 'aurka, aurka' y no 'kontra'. Ese poeta no sabe escribir en euskera.

El poeta es, ya, un clásico del euskera. El vecino será un clásico de la nada. Y si ha muerto más nada aun. El poema es el siguiente:  

"Nire aitaren etxea / defendituko dut. / Otsoen kontra, / sikatearen kontra, /  lukurreiaren kontra, / justiziaren kontra, / defenditu / eginen dut / nire aitaren etxea. / Galduko ditut / aziendak, / soloak, / pinudiak; / galduko ditut  / korrituak, / errenteak, / interesak, / baina nire aitaren etxea defendituko dut. / Harmak kenduko dizkidate, / eta eskuarekin defendituko dut / nire aitaren etxea; / eskuak ebakiko dizkidate, / eta besoarekin defendituko dut / nire aitaren etxea; / besorik gabe, / sorbaldik gabe, / bularrik gabe / utziko naute, / eta arimarekin defendituko dut / nire aitaren etxea. / Ni hilen naiz, / nire arima galduko da, / nire askazia galduko da, / baina nire aitaren etxeak / iraunen du / zutik."
(Defenderé / la casa de mi padre. / Contra los lobos, / contra la sequía, / contra la usura, / contra la justicia, / defenderé / la casa /de mi padre. / Perderé / los ganados, / los huertos, / los pinares; / perderé / los intereses, / las rentas, / los dividendos, / pero defenderé la casa de mi padre. / Me quitarán las armas / y con las manos defenderé / la casa de mi padre; / me cortarán las manos / y con los brazos defenderé / la casa de mi padre; / me dejarán / sin brazos, / sin hombros / y sin pechos, / y con el alma defenderé / la casa de mi padre. / Me moriré, / se perderá mi alma, / se perderá mi prole, / pero la casa de mi padre / seguirá / en pie)

Mas tarde este poema lo vi en la esquela de un etarra.
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Mas arriba, refiriéndome a Nazario, he puesto 'represión franquista en Euskadi'. La hubo en toda España, pero allí tuvo sus rasgos propios. De eso me enteré un día por casualidad: los niños de la escuela fueron congregados por la Caja de Ahorros de Guipuzcoa en un cine de Azcoitia; hubo proyección de películas, teatro y otras actividades culturales para escolares; en el trayecto de Cestona a Azcoitia, en autobús, me senté al lado de un padre de alumno; me parece recordar que era un trabajador de la entidad bancaria. Hablamos. De muchas cuestiones. Pero lo que se me quedó gravado para siempre fue lo del collarín con la bolita. Me lo contó luego de preguntarle yo por qué insistía tanto en que tratara con cariño a los alumnos. Y es que lo dijo tantas veces que me mosqueé. Hasta pensé que se estaba refiriendo a mi. 

Y yo, la verdad, nunca he puesta la mano encima a ningún escolar. Nunca los he vejado. A veces me enfadaba, si. Y decía una palabra mas alta que otra. Pero enseguida me daba cuenta dónde estaba, que los niños eran vasco hablantes y conocían poco el castellano, luego, había que ser paciente; de eso me dio lecciones Pio Baroja: en una de sus escritos, por ejemplo, relata lo del maestro castellano que se enfada continuamente, pega gritos y los niños no entienden nada; o que les hablaba de las viñas de La Mancha y ellos lo que querían es que les contara de la pesca del bacalao en Terranova; o, sin ir mas lejos, lo que me ocurrió a mi con un niño que ingresó en clase a mitad de curso; vino de un caserío; le pregunté por su nombre, muchas veces; y el niño no hacía mas responder:

-¿Zer? ¿zer? ¿zer? (qué, qué, qué)

Y, yo, cada vez me cabreaba mas; y levantaba la voz. Hasta que uno de mis alumnos me dijo:

-Maisua (maestro) dígale 'nola izena' (como te llamas)

Así lo hice; y abriéndosele la sonrisa en la boca, como si se le iluminara, contestó:

-Yon. Ni Yon (Yon. Yo Yon)

En fin, por todo ello no sabía a santo de qué repetía, una y otra vez, que tratara bien a los niños. Por eso se lo pregunté. Y me lo contó. Lo que él había vivido de niño. Fueron pocas palabras. Pero suficientes. Al parecer el maestro tenía un collarín con una bolita -amén de la vara o la regla, claro- que ponía al que hablara en euskera. Aquel que lo llevara puesto al final de la clase recibía una paliza dada por el maestro; o por su padre, en casa. Por lo que toda la clase se convertía, oido avizor, en chivato colectivo para librarse del vergonzoso collarín.

Euskadi, ETA: Recuerdos personales (2)


Pero vayamos a mi estancia en Cestona: un día, al salir de clase por la tarde, don Juan fue a saludar a un individuo, un joven con gabardina gris al que solo le faltaba subirse el cuello para parecer un poli o un miembro de una banda de gánsteres. Estuvieron charlando un poco y desde allí nos llamó a Joaquín y a mi para presentarnos al joven de la gabardina gris:

-Os presento a uno de la tierra, dijo.

Y, mira por donde, resultó que nos habíamos visto -según creo recordar- en el instituto de enseñanza media de Zamora. En algún examen. Estaba en Cestona por asuntos de trabajo. Y era representante de algo. O eso dijo.

Por la mañana del día siguiente, ¡que casualidad!, la madre de un alumno me aborda para preguntarme por su hijo. En el transcurso de la conversación saca a relucir, ¡qué segunda casualidad!,  la charla con el 'amigo' de la gabardina gris. Le explico que no es amigo, solo conocido. Y lo que me había afirmado el susodicho gabardinero de representar...

-¡¿Representante?!... ¡Ese!... ¡Pero si es un secreta de la Guardia Civil al que llaman 'Hijo de Manzanas'!...

La verdad: no entendí eso que dijo la señora de 'Hijo de Manzanas'. Tampoco se lo pregunté, por mi enfermiza timidez. Pero me di cuenta que los ojos sirven para algo. Y el pueblo estaba lleno de ellos.

Dos o tres años después, estando ya de maestro en Azcoitia, quedé con otros compañeros en un bar de Azpeitia que daba a una plaza. En el mismo centro del casco urbano. O eso creo. Por la calle pasó el de la 'gabardina gris' con la misma vestimenta. Si la memoria no me falla se apellidaba Posadas. Por entonces ya sabía yo por qué le llamaban 'Hijo de Manzanas' y quién era el tal Manzanas. Melitón Manzanas, famoso por sus propias heroicidades, fue el primer policía que mató ETA. Al parecer era un torturador del que se decían cosas tremendas, horribles a veces; como, por ejemplo, haber pegado, en un interrogatorio, una patada, en la barriga, a una mujer embarazada. Y a Posadas le atribuían, las buenas o malas lenguas, métodos muy expeditivos comparándolo con el otro.
El dueño del bar me dice:

-Ahí pasa uno de tu tierra.

-Si, lo conozco. Estudió conmigo. Hace ya tiempo estuve hablando con él en Cestona.

-¡Ah, coño! Sé quien es. Dicen que está fichado por el pueblo -comenta uno de los maestros.

-Mientras solo sea el pueblo quien lo fiche bien va... -reflexiona en alto el del mostrador que era carlista.

Poco tiempo después lo mató ETA. Lo recuerdo perfectamente: estábamos en Azcoitia reunidos en claustro; Dos compañeros llegaron tarde; eran hijos del comandante del puesto de la Guardia Civil de Azpeitia. Uno de ellos se sentó junto a mi y casi en un murmullo me dice:

-Perdona el retraso. Es que han asesinado a ese guardia civil de Zamora que tu conocías.

-¿A Posadas? ¡No jodas!

-Si. Iba a buscar a sus hijas al colegio y lo ha matado. Han perseguido a los etarras. Pero en Guetaria se ha perdido la pista. Dice mi padre que es porque el pueblo los ha guardado y que cuando eso ocurre no hay manera de encontrarlos. Ordenó la suspensión de la batida porque muy bien pudieran estar ya en un barco rumbo a Francia.

-¡Pobre Posadas!, exclamé.

-¡Qué pena! La mujer y sus hijas... Era muy querido. Ha pasado mucha gente a dar el pésame al cuartel.

Entonces comprendí las palabras del dueño del bar: 'mientras solo sea el pueblo quien lo fiche bien va...' Me puse un poco triste aunque solo lo había tratado unos minutos. No sé si mi zamorano fue un torturador. Y él nunca me lo dirá.

seguirá >>>

Euskadi, ETA: recuerdos personales (1)

1969. Marché a Euskadi. A trabajar.  Quería conocer España. Era otoño. Salí con tiempo soleado, temperatura agradable y llegué con tiempo lluvioso a Donosti. Y con zapatillas. Cestona, en el valle del Urola, mi destino. Y hacia allá marchamos mi padre (que me acompañó en el viaje) y yo. Mientras mi progenitor espera en el Bar Coyote, voy al Ayuntamiento. Hablan en euskera. Apenas me atienden.  La escuela, dicen, es de un patronato de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Cuando llego al bar le cuento a mi padre lo que he observado y lo que me han dicho. Me mira y me contesta:


-Pues, por aquí, han pasado cientos de obreros, ya que salen a comer del trabajo, y de todos ellos dos o tres han pedido el vino en castellano, los demas en vasco. Tu crees que sabes mucho... pero estás asustado como recluta en la mili. A mi, sin embargo, me resulta todo familiar: cumplí el servicio en Pamplona.

En la escuela eramos 4: Arratibel el director, Juan Sánchez, (don Juan lo llamaban), Joaquín (otro compañero cuyo apellido no me sale) y yo. 


Un día -recuerdo- el director me preguntó si quería ir con él a un funeral. A Vergara. Y fui. Una manera, como otra cualquiera, de conocer la tierra vasca. 

-Aunque, le dije, soy de pocas iglesias. 

El templo abarrotado. Cuando acabó la misa salimos a la calle. Había muchísima gente reunida a las puertas de la iglesia. Arratibel se puso a caminar  muy deprisa -lo que me extrañó- y subimos rápidamente al coche. Me dice mientras arranca:

-Nos vamos rápido de aquí porque ahora empezará, como siempre, una manifestación. Y habrá jaleo.

-No te entiendo.

-Es que el muerto era de ETA. Un primo segundo. Y esos que están a la puerta, esperando a los que estábamos en misa, se manifestarán por la calle... ¿No los oyes ya?...

-Si, si... ¿Qué gritan?

-¿Zer ez kendu herria? ¡Amnistia! Presoak kalera, txakurra barrura! (o algo así)

-Eso lo entiendo menos

-Traducido quiere decir: ¿Qué pide o quiere el pueblo? Amnistia. Los presos a la calle y los policías a la cárcel.

La primera vez que oí hablar de ETA.

Arratibel era vasco, Juan Sánchez (don Juan) de un pueblo de Salamanca, Joaquín del mismo Salamanca y yo de un pueblo de Zamora.

Don Juan llevaba ya muchos años dando clases en Cestona. Decía ser republicano. Muy antivasco, por cierto. Y amigo de otro antivasco de extrema derecha: el veterinario. Daba gusto oirle hablar. Pero tenía un aire desconfiado. Mirar inquieto. Y continuamente recordando a su tierra castellana. Estudió derecho, estaba metido en el Ayuntamiento y desde allí influía en el pueblo. Nos contaba que, por su mediación, se le puso una calle a Pío Baroja. Don Pío estuvo en Cestona de médico. Lo cita en la novela 'César o nada'. Se entusiasmaba por ese gesto hacia el escritor vasco, regondeándose con el odio que despertó entre la clerigalla. Decía que el alcalde recibió cartas amenazantes de los jesuitas. 

-El pobre alcalde estuvo acojonado... ¡Que se jodan los jesuitas! La calle nombrada... ahí está. Y para siempre.

De tres hijos que tuvo uno se le ahogó en una presa. En Cestona, creo. Dos le quedaron: hija e hijo. De la hija no guardo en la memoria mas que dos cosas: la guapura y que se iba a casar con una persona acomodada del pueblo. Del hijo, Juan Sánchez Sierra, si: era pequeño, cara cetrina, mirar atravesado, antipático, obrero en una fábrica o algo así. Creo que nunca nos dirigió la palabra, ni a Joaquín ni a mi. Sabía y hablaba euskera. Txiquiteaba en cuadrilla. Como cualquier cestuarra de toda la vida. Afiliado al sindicato ELA. Años después supe que, a don Juan, ETA le tiró unos tiros. Para asustarlo, comentaron. Objetivo: que se largara de Euskadi. Y retornó a Salamanca. Inmediatamente, según me dijeron. 


Mas tarde su hijo sería asesinado por ETA. No sé por qué. Me refiero a qué razones arguyó esta organización para matarlo. Una tragedia tremenda para esa familia, supongo. No supe nunca mas de don Juan. Tenía gracia hablando y le gustaba la caza.

seguira >>>

martes, 10 de mayo de 2011

Romelia Alarcón Folgar (1): Epístola irreverente a Jesucristo (*)


I
Cristo,
bájate ya de tu cruz y lávate las manos,
lava tus rodillas y tu costado,
peina tus cabellos,
calza tus sandalias 
y confunde tus pasos 
con todos los pasos que te buscan 
por la cordilleras y el mar;
por las comarcas; 
por el aire, 
por las alambradas de los caminos.


Tú solucionas cualquier cosa,
para Ti todo es fácil 
y entonces ¿qué esperas?
¿Por qué no bajas de tu cruz ahora mismo?,
sin parábolas, con balas 
y sueltos arrecifes vengativos 
en las manos...


Y se llenen los pueblos de hombres liberados 
y sol de mediodía,
huertos, palomas y rosas 
de corolas intactas 
y clarines anuncien 
pacíficas mañanas.


Cristo,
baja ya de tu cruz
donde millares de hombres contigo 
están crucificaos:
lava tus manos y sus manos, 
tus rodillas y sus rodillas,
tu costado y el costado de ellos;
lava tu frente y la frente de ellos 
coronada de espinas.


Que no prosiga tu martirio inmóvil:
muestra tu ira,
baja ya de cruz,
mézclate con los hombres que te aman.


II
Caes como la aurora con sonidos silvestres
sobre todas las cosas.
Tu litoral de estrellas con millares de ojos.
Tu gran rostro de bruces en el aire.
Sobre tu pecho mar adentro.
Doble ruta de góndolas y barcas.


Tus barbas se avecinan incendiando las zarzas;
sopla tu aliento doblando las montañas.


Tu eres poderoso, tus manos de remotas edades
calcinaron sodomas,
rompieron amarras de lluvia
y hombres de sal petrificados.


¿Acaso ignoras, Jesucristo, que ahora
anda suelto tu enemigo el demonio?
Los huesos de los hombres aullando
rondan fosas abiertas.
Los hombres clavan féretros.
¡Carpintero...!
desde tu claridad todos los árboles
tienen la medida de un cajón de muerto.


Ya no mas la inocencia del átomo,
la dulzura del viento,
el corazón azul del agua
y arpas asumiendo tu presencia.


Manos se levantan clamando
cercadas de buitres.
Bocas sin futuro te nombran.
Desciendes de tu sitial celeste
prisionero del cielo,
camina por el barro de la tierra.


Quizás,
en la última cena del mundo
Judas te bese en la mejilla.


III
Alto silencio de amatistas,
encontrada estatura cotidiana.
Tu corona de espinas, la lanza de Longinos
sin diámetro, ni pausa,
en la corriente humana repetidas.


En el orden del día,
solo corazones ahorcados en las ramas,
el grito de ciudades fusiladas
y el sudor de las caras sin verónicas
y Tú pulsando arpas,
sin uso para oídos terrenales.


La luz cuelga de tus vestidos,
por tu piel baja el día
el trigo crece por tus huellas.


Es tan sencillo acomodar el gozo en los graneros:
abarrotar los frutos clamorosos,
poner alto a las manos cercenadas,
a las abejas negras de la muerte.


Al menos,
deja que los niños te rodeen
invadiendo secretas alambradas
y mujeres
con los ojos picados por las lágrimas
puedan tocar tu traje.


Caigan tus palabras -rocío-
en los parques y campos;
perpetua el Sermón de la Montaña
en la plaza sembrada de puñales.


Silencia el coro de los santos,
manda callar los pájaros
para escuchar el llanto de los hombres;
los huesos que te nombran
quebrados en el polvo;
recorre como Dante
los infiernos del hombre.


Haz un milagro rápido en el nombre del Padre,
ratifica que existes
con un nuevo Domingo de Resurrección. 
___________
(*) (De la antología 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)

lunes, 2 de mayo de 2011

Werner Ovalle López (*): Trozo de 'El canto vivo' (1)

Mientras tanto allá lejos, después de las ciudades,
entre un bosque de sueños y una clara esperanza,
hace su hogar el luto, el llanto desmedido,
la miseria enturbiada, la soledad, el hambre.


Que lloran, que se olvidan los niños desnutridos,
las  viudas extrañadas entre deuda y derrota,
los perros que no entienden ya el amargo ladrido.


Mueren los diarios peones. Llega el patrón flemático,
regala un mes de sueldo, no ríe diez minutos,
suelta una frase hipócrita, coloca un nuevo número,
se despide. Y olvida. Y sonríe diez años.

__________
(*) http://www.literaturaguatemalteca.org/Ovalle.html
(1) De la antología 'Corona de la Vida', 1962


(Del libro 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)




viernes, 8 de abril de 2011

Codorniz en zapato de satén rosa


Erase una vez una madre que vivía con su hija, a la que denominaban Caperucita, a las afueras de una ciudad. Su casa era una cueva excabada en la roca. Allí la necesidad tenía su asiento en amplio y cómodo diván. Ambas trataban de que, tanta necesidad, no les ahogara, haciendo lo humanamente posible. Mientras la madre trabajaba en un pequeño huerto, la niña cazaba o rebuscaba en el basurero. Un día que el hambre les agujereaba las tripas como un berbiquí, la madre le dijo a Caperucita:

-Toma este zurrón, mete en él la codorniz que cazaste en los pliegues de la ladera y el zapato de satén rosa que hallaste en el basurero y vete hasta donde encuentres al primer lobo armado, rubio o negro, e intenta vendérselos. A ver cuánto te da por ello.

-Si, mamá

-Y no te dejes robar por el camino nada de lo que llevas.

-Si, mamá.

-¡Ah!, ten mucho cuidado con... Pero esto te lo diré al oído porque hasta las pareden oyen y pueden hablar...

-Si mamá, tendré cuidado -contestó la niña tras escuchar lo que la madre le dijo al oído.

Y hacia su destino partió la niña con su zurrón al hombro. Ojos negros, pelo azabache, manos sucias y la sonrisa limpia inundada de luz.

Por el camino tuvo que sortear riachuelos de aguas malolientes, o camiones y tanques destruidos que aun humeaban.

Luego de un tramo de arenales donde se hundían sus pies descalzos (una extensión de terreno mullido para la planta de sus pies) enseguida venía un desierto de pedregales donde escorpiones y víboras se apartaban para dejarle paso saludándola:

-Hola Caperucita, ¿dónde vas?

-Hola escorpión. Voy en busca del lobo armado, rubio o negro, para venderle una codorniz y un zapato de satén rosa.

-Albricias Caperucita, ¿qué tal está tu madre?

-Hola viborita. Mi madre está bien. Y tus hijos, ¿qué tal se encuentran?

-Bien, bien, Caperucita. Que Alá te proteja y que te vaya bien. Y ten cuidado con esos lobos rubios o negros.

-Lo tendré. Hasta la vuelta, amigos.

Y continuó su andadura. 

Trastumbar una cuesta se vio la ciudad: los primeros barrios de la ciudad. Caperucita caminó y caminó hasta que, cerca de un cruce de carreteras y caminos, se paró y colocó el zurrón en el suelo. Por allí solían pasar esos lobos, rubios o negros, montados en sus carros, armados hasta los dientes. Echaban pie a tierra colocándose a distancia unos de otros. Siempre estaban muy quietos y vigilantes atisbando a derecha e izquierda. A veces, entraban entre las calles y callejuelas que se abrían a izquierda y derecha. Llamaban a las puertas de las casas, cuyos habitantes les franqueaban la entraba temerosos.

Pero, por lo que vio, en ese momento no había nadie.

Un gallo cantó tras la pared de una casa. Unos chiquillos, desnudos de cintura para abajo, salieron por la ventana de una vivienda y se pusieron a jugar con cantos y ladrillos rotos construyendo recintos de donde salían y entraban saludándose como adultos. Ella se sentó en el suelo. El día era soleado. El cielo, sucio de polvo y la tierra cubierta con una capa de fino polvo arenoso. Sacó el zapato de satén rosa y la codorniz, a la que acarició con su mano sucia. La codorniz emprendió un vuelo alrededor de su cabeza y se posó en su hombro, y en su pelo, y en su mano y picoteaba sus labios haciéndole cosquillas. Y se rió.

-No seas mala -le decía a la codorniz.

Todo esto llamó la atención de los niños que jugaban por allí y quienes, curiosos y atrevidos, se le acercaron:

-Hola -saludaron.

-Hola -contestó Caperucita.

-¿Qué es ese pájaro?

-Una codorniz. La he cazado en las laderas de cerca de mi casa y la he adiestrado.

-¿Como se llama?

-Libia.

-Hola, Libia -decían los niños y le arrimaban el dedo a su pico.

Caperucita le silbó algo a Libia y comenzó a volar de niño en niño posándose en la cabeza de ellos. Se lo estuvieron pasando muy bien.

Pero de repente se oyó un ruido de vehículos que venían a toda velocidad y levantaron una gran polvareda. Cuando la nube de polvo se fue aposentando en el suelo y el aire aclarándose poco a poco, vio la niña, al fondo de la carretera, varios vehículos de los que bajaban esos lobos rubios o negros y se colocaban unos en el centro de la carretera, otros en las aceras y un lobo, que era negro, se fue a poner cerca de las casas donde jugaron los niños. Por cierto, que nada más oirse el ruido de los coches los niños, espantados, huyeron de Caperucita dejándola sola. Miró y remiró... pero nada... no se les veía por parte alguna. Por buracos y ventanucos, eso si, se adivinaban ojos acechando lo que hacían los lobos rubios o negros.

Caperucita limpió con la falda de su vestido el zapato de satén rosa, ya que se había cubierto de polvo, hasta hacerlo brillar, lo que llamó la atención del lobo negro que estaba colocado, como se ha dicho, cerca de las casas donde antes jugaban los niños. El lobo se quedó prendido del brillo del zapato y de las piernas blancas de la niña.

El lobo se fue acercando. Y la niña acortó distancia yendo hacia él,

-Señor, señor, ¿quiere una codorniz? -y se la ofrecía dentro del zapato de satén rosa- Barato, señor. Mire, es una codorniz adiestrada -y al un silbido se posó en el casco del lobo negro.

-Te compro... solo la codorniz.

-No, señor. Tiene que ir metida en el zapato. Se ha acostumbrado a él. Allí anidará y tendrá sus hijitos.

-No lo quiero. El zapato está sucio. No lo quiero.

-¿Sucio? Si brilla señor...

-Si no lo limpias... no te compro zapato ni codorniz. ¡Límpialo!

-Bueno, señor -y la niña se arremangó la falda para limpiar el zapato dejando asomar sus piernas, blancas como la nieve. 

-Tienes las manos llenas de cascarrias. Sucias. Mira te las puedes lavar... ¿Ves?... Mira... En aquella casa te las lavarán... -y apuntaba una casa cualquiera- Vamos.

-No tengo tiempo, señor. Me tengo que ir.

-Bueno, te compro las dos cosas. Pero ven conmigo. Allí -y señalaba cerca de uno de los vehículos un macuto- Allí tengo el dinero.

-No quiero dinero. Quiero comida.

-Vale, te daré comida, pero antes tienes que quitarle esa suciedad que tiene el zapato. 

-¿Suciedad? ¿Cual suciedad?

-La que tiene cerca de la puntera.

-No la veo señor, pero... -pero no obstante se volvió a subir la falda y retornó a limpiar el zapato de satén rosa. La falda subida dejaba entrever las piernas, blancas como la nieve, de la niña.

El lobo le dio una chocolatina. Y le prometió más si se lavaba las manos. Indicándole una calleja para  lavarse. La niña le dió la codorniz en el zapato de satén rosa. 

-Son suyos, señor.

Y Caperucita se iba alejando del lobo.

-Espera, espera. Ten otras dos chocolatinas. Y termina de limpiar el zapato.

La niña se subió la falda una vez más y comenzó a frotar el zapatito de satén rosa. Las piernas aparecieron de nuevo, blancas como la nieve, a los ojos del lobo. Después de frotar con fuerza el zapato se lo acercó a los ojos subiendo tanto la falda que dejó al descubierto, no solo las piernas, blancas como la nieve, sino la entrepìerna desnuda de la niña. 

El lobo negro, que tenía la codorniz en la mano enguantada, la apretó, instintivamente, espachurrando a la codorniz, quien murió emitiendo un silbido de dolor. La niña miró a la codorniz y al ver aquella masa sanguinolenta dejó, espantada, el zapato en el suelo y echando a correr, desaparecio entre las calles y callejas cercanas del barrio. 

Mientras, el lobo, enfurecido, viendo el zapato de satén rosa en el suelo, lo aplastó con la bota. Y al golpearlo explotó su carga dándole de lleno en piernas y órganos genitales. Mientras caía el lobo negro, acribillaba de balazos, con rabia, las paredes del barrio.


jueves, 3 de febrero de 2011

Michael Simic: Senos (*)



.
Me gustan los senos prietos
los pechos rebosantes
protegidos por un capullo.
.
Surgen tentadores en la noche.
Los bestiarios de los antiguos
que incorporan al unicornio
los han querido dejado fuera.
.
Espermático, como el levante
hora antes de que se alce el sol,
dos asadores para la magnífica
piedra filosofal
por lo que vale la pena enojarse.
.
Sobrellevan en sus pezones
notas de jadeos inaudibles,
vocales de gozosa claridad
para el corto colegio rojo de nuestras bocas.
.
En otro ámbito, la soledad
hace otra entrada siniestra
en su libro mayor, la miseria
pide fiada otra taza de arroz.
.
Se acercan: presencia
animal. En el granero
la leche tiembla en el cubo.
.
Me deleita encaminarme a ellos
desde abajo, como un rapaz
que se encarama a una silla
para lograr el fruto prohibido del recipiente.
.
Suavemente, con mi boca,
ir soltando la botonadura.
Hacer que se escurran en mis manos
como dos vasos de cerveza recién vertida.
.
Escupo sobre los cretinos que no han metido 
los senos en su metafísica,
sobre los astrónomos que no los han contado
entre las lunas de la tierra...
.
Proporcionan a cada dedo
su real forma, su alegría:
jabón angelical, espuma
en que nuestras manos se lavan.
.
Y cómo dignifica la lengua
a estos dos panecillos agrios,
pues la lengua es una pluma
sumergida en yema de huevo.
.
Yo insisto en que una doncella
desnuda hasta la cintura
es el primero y último prodigio,
.
que el antiguo portero en su lecho de muerte
que solicitó ver los senos de su desposada
para una ultima ocasión
es el más grande poeta que ha existido.
.
Oh, mis queridas, mis pensativas gaitas.
Fíjense, todas dormitan en el universo.
.
Ahora, en la inmovilidad absoluta
del tiempo, aproximando la cintura
de mi amada hacia la de un servidor
.
derramaré cada seno
como una torpe y negra uva
adentro del panal
de mis adormecidos labios.


__________
(*) Versión libre del poema: Iswe Letu